domingo, 24 de junio de 2012

EUROCOPA 2012: EL CAMPEON AL RESCATE

La Eurocopa de Polonia y Ucrania ha entrado estos días en su recta final. Alemania y Portugal son las primeras selecciones clasificadas para semifinales, y esta noche de verbena de San Juan lo ha hecho La Roja anulando a una fría Francia con maestría y sin ningún sufrimiento.
Comenté anteayer con mi amigo Xavi un once tipo que hubiera destacado en el torneo, y le solté estos nombres: Casillas, Lahm, Piqué, Hummels, Jordi Alba, Schweinsteiger, Pirlo, Xavi, Iniesta, Cristiano Ronaldo y Mario Gómez. Evidentemente he ido bastante sobre seguro, pero jugadores como De Rossi, Khedira, Fàbregas u Özil, de entre las grandes, tendrían cabida en ese ideal, por no hablar de otros que han dejado huella pese a no clasificarse, tipo el 14 de la República Checa, la banda derecha polaca del Dortmund, Shirokov o los portugueses Moutinho y Joâo Pereira.
Sea como fuere, nos han vendido que la Eurocopa en sí está sirviendo para olvidar. Que el deporte en general y los éxitos de los nuestros es algo positivo como anestésico ante la virulencia de la interminable crisis de los cojones. Rajoy, presidente del gobierno español, después de pactar el histórico rescate financiero con el mismísimo diablo, tomó el primer avión para Polonia ajeno a las consecuencias y con un sentido de la negación evidente y hasta ridículo. Desde las trincheras de la mass media, se ha contribuido a alimentar ese 'bienvenido opio', como escribió Javier Marías, lejos de cualquier pretensión realista sobre la verdadera situación, pero los parches temporales no alivian el foco de tensión del día a día y tienen fecha de caducidad, por lo que muchos seguimos teniendo la sensación de que nos toman el pelo cada vez con más descaro; la osadía de que, con el amparo de la estupidez de las masas y la nula preparación para un más que posible crack del estado del bienestar, un evento así pueda adormecer las conciencias de los que se van a tener que despertar mañana temprano con la nevera vacía, clama al cielo llamando a una revolución que, en este país dividido por resquemores centenarios, sigue sonando a chino mandarín. En realidad, pero, no hace falta engañar al pueblo con enrevesados juegos de palabras (rescate=plan viable de desahogo, por decir algo que suene a esperpento) ni con drogas blandas. La gente, llegados a este punto, sólo pide pan y mantener su modus vivendi intacto, ajeno a las arbitrariedades de los mercados y las malas artes de nuestros políticos.
Si siguen riéndose de nosotros, corremos el riesgo de desarraigarnos y de volver a las calles, haciéndolas más inseguras si cabe, creando nuevas desconfianzas que a la larga podrían desencadenar un desastre de proporciones épicas. Llegados a este punto, la desidia generalizada es inaceptable, pero no dejo de preguntarme qué podríamos hacer para cambiar las cosas o impedir que cambien negativamente para el desarrollo de nuestra superpoblada especie (si la madre Gaia no nos hunde antes).
El fútbol es un espectáculo, la Eurocopa y el Mundial lo son. Cada dos años escribo aquí sobre la ilusión que nos provoca, sobre todo teniendo un equipo campeón allí en la lejanía de lo ficticio: nada que no puedas oler y tocar y saborear es real, pero la percepción de su existencia convierte los destellos de los sueños en sensaciones verídicas de corto recorrido, caducas, como el deseo evaporado en un suspiro. He escrito mucho sobre eso, sobre el sentido verdadero de la existencia, siempre a riesgo de repetirme. Para mí, es la base de mi estadía en este planeta, en esta vida terrenal: soy un cazador de deseos puro, lo que me da el aliento para seguir intentando permanecer. Sobrevivo para captar esa fugacidad en plenitud, con los sentidos en alerta y completamente a su servicio, adaptándome a los cambios y los desafíos que me brinda la muy jodida.
Todas las pasiones del Hombre, por muy barriobajeras que sean, no eximen a las responsabilidades que se le presumen. Su condición es tan antinatural hacia los engaños y las tretas de su progenie que provoca el llanto desconsolado sin remedio. Hoy ha ganado España, pero mañana voy a tener que ir a trabajar o a la puta cola del paro a mendigar. ¿Me voy a dormir más contento? Seguro. Pero no voy a dormir mejor por ello, ya que los verdaderos problemas no desaparecen gracias a ningún juego de mierda -aunque no escatime en loterías por si acaso. Y si quieren que esté alegre mientras dure la andadura del equipo en el torneo, olvidando toda la basura que tengo que aguantar frecuentemente, están apañados. ¿Qué aspiraban, a un mes de paz armada? Yo no necesito ningún oasis para relajarme y luego volver a las trincheras. ¿De qué hablamos, de Orwell en pleno siglo XXI? ¿Sociedad dirigida? ¿Dictadura? ¿Qué pasará cuando acabe el torneo, una vez desenmascarados con todo este asunto y el rescate y Rodrigo Rato y la puta prima de riesgo y los alemanes de Merkel y el politiqueo guarro y los recortes y los impuestos y las constantes amenazas sobre el aumento de la pobreza y el fin de los recursos naturales del planeta?
Vuelta al diván y a los bostezos. El rencor es una arma muy poderosa, a una semana de la final de la Eurocopa desde la 'bota', pero no hay manera de descansar ni de sacar nada en claro: la borrachera del ¡martes! anticipó una necesidad de vacaciones muy evidente.
Yo no olvido, aunque el Belpaese pida calma y disfrute del pequeño microcosmos que voy a defender con uñas y dientes y siempre en guardia.

viernes, 8 de junio de 2012

LOS DÍAS ABSORTOS


No era excesivamente tarde, pero con lo pronto que se levantaba últimamente, esas horas de la noche le producían un profundo malestar en el lóbulo frontal, como si forzase una tardía voluntad de acostarse.
La maratón de El Padrino del sábado acabaría antes de hora, pues, pero no importaba demasiado; pensaba, mientras escribía unas líneas al llegar Michael a una Cuba pre-revolucionaria –burdel estadounidense-, que, en cuanto a figura, su nuevo guardaespaldas le recordaba vagamente a Luca Brasi, ejecutor primigenio de la familia.
Eran veintidós los días que llevaba completamente absorto, y esta vez no fue por causa de ninguna muerte. La vida, aunque breve, es mucho más divertida, así que decidió hacer una lista de las cosas que cambiarían desde entonces. Le encantaba utilizar balanzas, averiguar qué pesaba más a cada instante. ¿Tal vez su juventud? Sería muy ingenuo si pensase en esos términos. A menudo se preguntaba qué significaba juventud, la implicación real del término en sí: hacía mucho tiempo que había dejado de ser joven, sobre todo según los actuales cánones. Él ya no tenía nada que ver con toda esa mierda.
En la semana de la que debería ser su tercera Patum, en Berga, las noticias que llegaban del Belpaese seguían siendo preocupantes. Primero con el atentado de Génova y el del colegio en Brindisi, luego los terremotos del norte y ahora con las calcio scommesse. Y todo a pocas horas de que empiece la Eurocopa de Polonia y Ucrania, el evento que iba a paralizarlo todo. Se estaba haciendo público y tendría que afrontarlo de la mejor manera. ¿Estaría preparado? Porque seguramente Nápoles no iba a tener tantos escrúpulos.
Luca, ese era el nombre al que respondía sin dormir entre los peces, era un chico muy sufrido. Empezó a empinar el codo tan pronto como se fue de casa, huyendo de las acostumbradas contrariedades familiares. Raro era el día en que no se tomaba una copita o una cerveza bien fría: para él era como un trofeo conquistado por el sudor de las privaciones de la infancia, un logro vital. No obstante, ahora las cosas eran bien distintas; había abierto un nuevo concesionario en la campiña y se sentía aliviado y dichoso. Los viejos fantasmas del pasado eran sólo eso, mierda del pasado, por lo que no tenía motivos para ofrecer resistencia y, después de todo, no llegó a necesitar asistir a reuniones de alcohólicos anónimos y la ciudad quedaba muy lejos.
Joder, la noticia iba a hacer correr ríos de tinta. No es que no se lo creyera, ni que renegase hasta poder verlo con sus propios ojos; no era, tampoco, debido a los cambios fisiológicos a las que remitirse, pocas semanas más allá. Lo que estaba tratando, lo que tenía entre manos, iba a trascender al resto de sus días. Era algo irremediablemente perenne, algo para siempre. Su pobre carlino jamás llegaría a entender semejante cuestión, pero le sirvió como banco de pruebas lo mismo que para un simple soldado raso el ser admitido en el seno de su familia tras soportar el santo fuego entre sus manos (y alguna que otra prueba anterior más): la responsabilidad hecha un nombre, pura formalidad al servicio de su majestad.
Comodidad. Con el tiempo te acomodas y aferras por igual a momentos que acaban siendo del todo prescindibles. Pocas veces se había manchado de sangre las manos hasta que llegó el día de la buena nueva: iba a dejar de fumar y volvería a lavarse los dientes tres veces al día, se reía, menudencias al lado de la que le iba a caer encima. Sin embargo, sólo admitía pensamientos positivos -dado que ya no había vuelta atrás-, nada que le incomodara lo más mínimo. Igual no podría salir a correr con la misma frecuencia, puede que dejase de dormir tanto e incluso dejase de brillar en los actos sociales del barrio. Dietario de los los pequeños placeres inútiles: al final, ya no importaba lo más mínimo, el detonador acababa de activar la cuenta atrás y el proceso se aceleraría irremediablemente. Asumiría las consecuencias con honrada dedicación y saludaría a los malos hábitos sin perder su delicada juventud, territorio vedado por las políticas austeras del pensamiento cada vez que se calzaba sus Salomon y acababa perdiéndose entre la maleza.
A los veintiocho días seguía dándole vueltas al asunto. Las noches de playoffs aliviaban obligaciones remuneradas y ya casi volvía a ser sábado, uno de los que seguiría alejado de los cánones actuales, que dictan cómo ser joven y cuándo. Los motivos y las circunstancias flotaban por doquier como el polen dos semanas atrás, al alcance de la mano que quisiera agarrar y el oído que estuviera dispuesto a escuchar: ¿y por qué no? Un desarrollo de los hechos consciente, no precipitado -las apariencias no engañan, avisan-, como hábito de una posición agradable y sorprendente quizás, entendiendo algún posible desaire temporal al que prestarle la misma atención retórica que la pregunta anterior. Pero Luca no tiene alergias, sólo tuvo manías y deidades menores que le sonríen cuando se despierta de malas por la mañana, obligándole a recapacitar por un instante, apenas un segundo que usa su lóbulo temporal para activar los sensores que ha estado cultivando desde que viajó por primera vez en avión.
Tiempo suficiente para desterrar las horas absortas de los días felices.

lunes, 14 de mayo de 2012

NUBES DE BANDERA y LA DESESPERA

Publico hoy los dos relatos breves que envié para el concurso de infermería de Manresa (y comarca creo) del 10 de mayo. Lo hice pensando en el tercer premio (vino del Pla del Bages), ya que los dos primeros eran de risa y no me interesaban. Huelga decir que no he ganado...

NUBES DE BANDERA
Aquella mañana de primavera se despertó tarde, tocadas las once. Había pasado una muy mala noche y no conseguía reponerse del maldito constipado _propio de la inestabilidad atmosférica estacional. Raro era el día que amanecía sin nubes, cosa que le sumía en un permanente y desconcertador estado de aletargamiento.
Llevaba varios días padeciendo la misma pesadilla, un mal sueño que regresaba con puntualidad británica al acostarse. En él, aparecía siempre conduciendo un coche rojo de gran cilindrada. Tomaba las curvas con precisión milimétrica hasta llegar a una interminable recta en la que ponía al límite las capacidades de la máquina italiana. En un momento dado, a lo lejos, un hombre vestido con un uniforme blanco ondeaba una bandera que no acertaba a distinguir, puesto que era incapaz de apartar la mirada de semejante rostro. Antes de poder frenar y evitar atropellarlo -ya que se hallaba en medio de la carretera-, el individuo se puso a correr hacia él, atravesándole justo en el momento de la inevitable colisión. Luego, se despertaba súbitamente bañado en un pegajoso sudor, con el gesto impertérrito del tipo clavado en la retina.
Tras varios días encerrado en casa, pero, aquella mañana de primavera tenía cita con su nuevo psicólogo. En la carretera que habitualmente recorría todo parecía normal: las curvas acostumbradas, la recta de entrada a la ciudad y, por fortuna, ni rastro de uniformes en la calzada. Aparcó en batería y subió raudo las escaleras de la consulta. Al abrir la puerta, un fino hilo de sudor frío le recorrió la espina dorsal de repente. Su nuevo psiquiatra era aquel extraño personaje que ondeaba la bandera en su sueño, una bandera que recordaba ahora con total nitidez y que le remitía inexorablemente a un desagradable lugar.

LA DESESPERA
No le quedaban más cigarrillos. Llevaba más de una hora esperándola en aquella vieja estación de tren sin porche. Uno a uno, todos los convoyes programados del día habían ido llegando sin novedad, pero su amada no aparecía. Era noche cerrada y hacía un frío de mil demonios y, para colmo, llovía a cántaros. Ambos elementos se filtraban por su vetusta gabardina hasta calarle los huesos sin piedad.
Su desesperación era proporcional al profundo vínculo que creía les unía, e iba en aumento con el paso del minutero. Ella había conseguido que dejara el alcohol, ella era su vida, no podía fallarle. ¡Ahora no!, pensaba para sus adentros. Cuando quiso percatarse, el último revisor, un anciano con rostro afable y facciones suaves, le conminó a abandonar el lugar de inmediato: ya no quedaba nadie. Salió de su ensimismamiento de golpe, echando un vistazo rápido por doquier, y acabó dándose por vencido.
De camino a casa, la frustración de creerse solo le acompañó varios metros mientras cavilaba. Nunca más volvería a confiar en una mujer, ¡nunca más! Al doblar la esquina, el demonio del alcohol volvió a aparecérsele, personificado en un bar con un letrero de neón muy llamativo. Qué diablos, pensó, ya no me queda nada. Antes de abrir la puerta, una mano le agarró con fuerza el brazo por detrás, apartándole del mal camino e impidiendo su particular descenso a los infiernos. Era su dulce amada que, en un abrazo sentido, parecía pedirle perdón por todo, augurando una vida juntos lejos de los demonios de la noche y los fantasmas del amor no correspondido.

viernes, 11 de mayo de 2012

NACER CON AURA

Veníamos de la luna más grande vista en la tierra en lo que iba a ser 2012 y las lluvias queríanse retirar por fin. Un ligero rocío anunciaba una primavera tardía, después de todo, pero llegando ya a la séptima jornada del mes de mayo era así como debiera ser al despertarme antes de hora, aún de noche; sobresaltado, un instinto primario me llevó a abrazar a mi compañera que, yaciendo en el lado derecho de la cama, parecía preguntarme en algún lugar de su inconsciencia si pasaba algo o a qué venía tanto jaleo. Esperé unos instantes y en otro impulso me encaminé hacia la nevera con la presteza que mi boca seca requería. No tardé en volver a dormirme, pero mi sorpresa fue mayúscula al despertarme de manera natural al cabo de muy poco. Era joven el día, inusitadamente joven para mi gusto, incluso la pequeña Chloe seguía inmóvil en su refugio sin responder a mis inquirimientos; me sentía renovado, ágil y vigoroso, así que programé el día partiendo de un desayuno copioso y excepcional.
Con la agenda en mano, decidí enviarle un mensaje a mi amigo Oscar, pese a que todavía faltaban un par de semanas para que su esposa diese a luz. Me ofrecía por si necesitaba algo, dentro de mis posibilidades, indicándole mis horarios y los próximos acontecimientos de mi rutina. Salimos a pasear en un ambiente esplendoroso, largamente deseado. Tenía en mente alargarlo todo lo que pudiera hasta que fuera al gimnasio, pero sin ninguna prisa. No caí en que llevaba el teléfono encima hasta que sonó casi como efecto de un amerizaje forzoso: era mi amigo, salía para el hospital a toda prisa, su compañera había roto aguas. ¿Cómo? ¿No faltaban dos semanas? Escupía las palabras al ritmo atropellado de una metralleta de fabricación germana al volante, y le dije: voy para allá. No tengo nada que hacer y así estoy contigo. Pero me dijo: mejor no-tranquilo-espera-creo que va para largo-no está muy dilatada-ya te diré algo-, trasladándome los nervios de ese modo hacia mi. Con desgana, dejé de insistir pese a la emoción del momento, y, cuando quise darme cuenta, mi novia hizo correr un tupido velo justo antes de irse a trabajar. Sentía como esa ansia de padre primerizo me envolvía por doquier y tenía la necesidad de aplacarla inmediatamente; salí a correr como un poseso y me cansé como nunca, pero la cabeza no paraba de darme vueltas. Entendía que mi amigo -si pudiesen caberme en una mano él estaría, ya le conoces- quisiese estar sólo, así que cedí todo el protagonismo a la pareja en cuestión, apartándome a un lado, no pudiendo evitar cierto sentimiento de menosprecio que resultaba -por otra parte- bastante más que absurdo.
Desde entonces, llevo un par de días en constante tensión y con los nervios a flor de piel. Ese mismo día fiché por Boston Celtics, añadiendo a mi idealizada facha unos colores de San Patricio que no he abandonado hasta hoy. Tengo interés en seguir jugando al juego de baloncesto, me lo paso bien e intento aprender nuevos movimientos, pero estas noches trabajo en exceso y no paro de oír llantos desesperados con pañales enmohecidos y adoquines resbaladizos. Respiro intranquilidad y trato de contener un estado de excitación que pretende preceder a una repentina aceleración de los acontecimientos que se han ido gestando a lo largo de este maldito año. Como si el resorte que accionara el botón del pánico ardiese por dentro, como si hubiesen asesinado de nuevo al archiduque aquél austríaco y las causas subyacentes del verdadero conflicto, nueve milímetros de silenciador casero después, salieran a relucir en este verano de mayo en ciernes.
Ser parte de un acontecimiento tan íntimo, a no ser que estés directamente implicado, está de más. Sobra pero no excluye, ya que el futuro de esa personita en concreto está irremediablemente ligado al tuyo. En un ambiente tan cerrado como el nuestro, más propio de la mafia del sur de Italia que de cualquier otro grupo social estándar, resulta más que evidente; después de los gemelos y las noticias de los dos, digo ¡tres! últimos embarazos, esta pequeña princesa es la prueba fehaciente de que la sorpresa deviene realidad palpable en un abrir y cerrar de ojos. La percepción temporal puede llegar a variar tanto como la de un astronauta orbitando el globo: la sensación de epifanía, de estar por encima de lo terrestre, te acerca a lo divino sin pasar por la casilla de salida pero, llegado el momento, hay que saber apartarse y no acercarse al tendido.
Era así como debiera ser al despertarme hoy en mi crepuscular olfato, y es así como se nace con una aura que ilumina la vida y la existencia de una pareja feliz.

Dedicado a la memoria y el recuerdo futuro de la pequeña Aura, nacida a las 19,38 del 7 de mayo de 2012 en el feliz y dichoso seno de sus amorosos padres, Cristina y Oscar (Gnöit, Número 7).


miércoles, 25 de abril de 2012

GUARDIOLA DEL BARÇA Y DE ESPAÑA

Esta noche ha caído eliminado de la Champions League el Barça de Guardiola, y yo me pongo a escribir este post sobre fútbol por fin.
Los blaugrana han perdido los dos principales títulos en apenas cuatro días, mientras que su eterno rival capitalino tiene uno a tocar y muchas posibilidades de llegar a la final del otro. Quizá esa es la comparación que hace más daño, no lo voy a negar. Soy seguidor del F. C. Barcelona, pero por encima de todo amo el fútbol como deporte en sí; de pequeño, me forraba la carpeta del cole con fotos de las estrellas del momento, y la que recuerdo con más cariño es la del Mundial 94, con Romario, Roberto Baggio y compañía. Mucho ha cambiado desde entonces: el fútbol es un deporte más físico, y la Ley Bosman abrió las puertas a la libre circulación de jugadores por Europa.
Tácticamente, poco que reseñar. Está todo inventado, como en las ideas y los libros. El Milan de Sacchi cerró el círculo; existen los que defienden y luego los que atacan, con sus variaciones correspondientes. Mourinho defiende. Variación: Cristiano Ronaldo. Guardiola ataca. Sin variaciones pero sí con una dependencia leomessiana evidente (Barcelona y Madrid como ejes indiscutibles del mundo balompédico). A nivel de selecciones, ámbito que verdaderamente me apasiona, igual patrón. Italia, defiende. Variación: el 10 de turno (Baggio, Del Piero, Totti). Brasil, ataca. Variación: la samba y la fiesta. Alemania, ataca y defiende. Variación: altura y fuerza física. España, ataca. Variación: centrocampismo y no tener a Messi. Esperemos que eso no nos pase factura este verano…
Guardiola ha ganado mucho en los cuatro años que lleva como entrenador del primer equipo, tanto que, si quisiera, podría vivir de rentas el resto de su vida (igual que el actual seleccionador catalán). Con el tiempo, será considerado una leyenda y puede que llegue a presidente si se lo propone. En cuanto a selecciones, la actual España le debe mucho, puesto que no sólo por Aragonés se hizo la luz en el cambio de estilo que nos hizo campeones de Europa y del Mundo hace ya cuatro años (casualmente, los mismos que lleva Pep dirigiendo al primer equipo). Lo que sí es indudable es el apoyo a la cantera y a la formación de jóvenes talentos y a una innegociable forma de jugar, factores que nos definen y caracterizan hacia el resto del mundo. Una hornada de jugadores única ha hecho el resto; con esa apuesta marcada llegaron los títulos, tanto a nivel de clubes como de selección (sigo hablando de mis dos equipos), pese a que el juego bonito o tiqui-taca, como se le llama aquí, parecía tradicionalmente reñido con los resultados.
Sobre el Barça no hay mucho que decir. La falta de alternativas en ataque ha sido el detonante del fracaso -en minúsculas- de este año. El equipo ha demostrado pocos recursos para derribar el muro de las pobladas defensas rivales, y la excesiva dependencia de Messi ha acabado siendo de lo más desalentadora. Dicho esto, destacar que lo conseguido es mucho más importante y, a la postre, lo que te acaba haciendo pasar a la historia. El modelo, afianzado tanto en el Barça como en la Roja, causa envidia allende los mares, consiguiendo dominar el panorama del fútbol mundial con cierta autoridad. La estabilidad siempre da sus frutos.
Los deberes: el Barça, para empezar, tiene que hacer autocrítica. Lo demás queda dicho y se repetirá hasta la saciedad en días venideros. Sobre España: Del Bosque, seleccionador campeonísimo, probó hace unos meses sin 9, pero acabó desechando la idea. Más que nada porque no tenemos a Messi y, también, porque sin una referencia arriba es muy difícil romper las defensas contrarias. Puntualmente, sus deberes serán definir ese 9 y si jugamos mucho o poco por las bandas.
La derrota es necesaria para volver a ganar. Crea el estímulo necesario para provocar el espíritu de superación y de competición en deportistas de élite y ayuda a valorar logros anteriores. No creo en los ciclos. Creo en el trabajo bien hecho, en el rigor y en el profesionalismo. Pero el contrario también juega, y el afán por destronar al rey mueve montañas. Y, al fin y al cabo, es sólo un juego -tomen nota-, ganar o perder no siempre depende de los méritos que uno acumule.
Todos los indicios, pues, apuntan a un fiasco de nuestra nacional en la Eurocopa de Polonia y Ucrania; si la teoría se cumple, la selección española se acomodará y será incapaz de revalidar el título. El reto para el seleccionador será evitar ese fiasco, porque como me dijo un amigo ‘tenemos equipo para ganar cuatro Mundiales seguidos como mínimo’.
El arte del centrocampismo. Es decir, basar el juego casi en su totalidad según lo que se cueza en la parte central del campo. No en atrás ni arriba, si no en medio, por dentro. El fútbol se genera en esa parte del campo, y en este país tenemos peloteros por doquier y les rendimos pleitesía incondicional. La diferencia existe, la diferencia define. ¿Seguirá siendo así los próximos años? Curiosamente, los dos jugadores más decisivos de los últimos años son delanteros, aunque no puros: Leo Messi y Cristiano Ronaldo. Dos extraterrestres que están marcando una época, como así lo atestiguan sus marcas goleadoras de este año sobre todo. Uno se asocia muy bien, como diría Guardiola, y el otro no necesita a nadie para destacar. Ambos, en la actual coyuntura futbolística, son la excepción que confirma la regla, siendo La Pulga el jugador más parecido a Maradona que ha habido jamás (otro que con el tiempo ocupará el rango de leyenda). Y mientras eso ocurra, la primacía del centrocampismo, del tiqui-taca y del juego especulativo, está en peligro.
Respecto a las derrotas, no comparto la idea de la importancia otorgada al 'cómo'. Bueno, al menos parcialmente. Puedes caer con tu estilo, pero hacer bandera de ello denota unas limitaciones que un profesional no se puede permitir. Sería justificar lo injustificable, un ‘cayó con las botas puestas’ que otorga honra pero poca astucia. Y quizá es lo mejor que tiene Mourinho, sin entrar en nada más acerca de este personaje. Como entrenador, demuestra ser un estudioso nato, un competidor de lujo que sólo piensa en ganar. Por eso discrepo del monoteísmo azulgrana y la estrechez de miras de sus aficionados más acérrimos: defender un estilo no debería estar reñido con las vías para conseguir los objetivos, ya que hay muchos modos de jugar al fútbol y todos son perfectamente válidos. Evidentemente, yo prefiero la estética, pero no desarrollaría ningún complejo de inferioridad si tuviera que traicionar mis principios en un momento dado, al menos si así conseguía evitar un contraataque mortífero. ¿Nadie se pregunta cómo ha pasado el Chelsea si sólo han tenido un porcentaje ínfimo de posesión de balón tanto en la ida como en la vuelta? Quizá ése sea nuestro principal hándicap, o puede que el lugar en el que reside toda nuestra fuerza.
Esta noche caía el Barça en la Champions, y yo ya pensaba en la Eurocopa y en sus riesgos. En resumen, en fútbol (por fin).

domingo, 22 de abril de 2012

NATURALEZA OBLICUA


Hay cientos de miles como yo. 
Si algo he aprendido es que he tenido que enterrarme como una larva para poder sobrevivir. Hacerlo conscientemente ha sido mi gran victoria, y estoy muy orgulloso de ello.
Nunca he tenido desatinos suficientes como para sentirme tan mal al despertar. En realidad, anhelaba las mismas cosas que hacen felices a los demás; una PS3, un coche rojo de poca cilindrada, estar tirado todo el día en el sofá, observar como duerme la mujer que amo, tener un perrito... nada yermo, en fin.
La culpa, en realidad, es de la sonda Kepler. Si sigue descubriendo planetas, ensanchando el universo, los de aquí no vamos a saber cómo movernos. Tenemos una visita pendiente al observatorio de Lleida para acabar de sentirnos pequeños del todo y cerrar el círculo.
Mañana es Sant Jordi. Un día especial, coronado por la simple idea de que un libro de Carl Sagan tiene que decorar las estanterías del estudio. El existencialismo... ¿es un humanismo? Yo no puedo seguir esa línea, la he obviado. No pretendo con ello acallar a mi pasajero históricamente más tenaz, que conste, pero sí vivir un poquito más feliz. Agarro con fuerza el momento y suspiro al recordar al ser que salía a respirar con demasiada poca frecuencia a flote.
Menudo domingo. ¿Qué eran los domingos, sin un pollo a l'ast? Mi madre se olvidó las patatas, pero probablemente las pagó. Cuando pienso en el 9 de abril y en la cima de la Gallina Pelada... corro el riesgo de padecer un infarto. O un ictus. La foto de más abajo atestigua el filo de lo imposible, y centra las miradas en lo cruel que puede llegar a ser la naturaleza. Decían: a lo mejor ese fósil que encuentras en medio de un camino lleva ahí millones de años, y vas tú y te lo llevas. Es algo antinatural. Alteramos el orden cósmico a cada paso, nos desarrollamos demasiado rápido para la poca responsabilidad que manifestamos. En mi caso, en la actual coyuntura, sólo puedo buscar el mejor asiento posible y esperar que no me arrastre.
Sé que hay cientos de miles como yo. Siempre lo he sabido.
Si algo he aprendido es que nada tiene importancia. Todo se puede ir a la mierda o implosionarme en las narices, me la suda. No vivo para que los demás me vean, no pretendo otro tipo de exhibicionismo que el que se solapa en esta jodida bitácora. Créeme, no es baladí, todavía no sé por qué lo hago (y con las pausas, puede que ya haga más de 6 año que publico), pero funciona. Y los que quieran o quiénes sean, que me hagan la campaña de publicidad. Total, hace la hostia que no escribo nada decente... ¡Ay, los riesgos de la felicidad, penitencia para las jornadas nubladas, alegría para la esperanza de los días soleados que están por venir!
Puede que haya muchos como yo, pero ninguno con mi vida. Y a los que la quieran, que se calcen unas buenas botas y se preparen, porque no pienso dar mi brazo a torcer. Así que medusas, pichones y otros insectos de alquiler, lárguense... ¡no me quieran ver enfadado! No me importa ceder terreno si, llegado el caso, tuviese que volver a recuperarlo. Sé que podría. Sé que podría reengancharme sin problemas, al menos no al que escape de las garras del miserable dios del tiempo, un archienemigo más terco que el sistema capitalista que nos postra sin rechistar.
No sé cuántos hubo cómo yo a bordo del Titanic, ¿pero de veras importa? ¿Y en el infinito universo? ¿Acaso soy un existencialista? 
¿Lo fui alguna vez?


sábado, 7 de abril de 2012

SIMULAR IMPAVIDEZ

Sonrojarse no es un acto voluntario ni destila ningún tipo de glamour. Es un acto que refiere vergüenza la mayor parte de las veces, provocando una desagradable sensación de desnudez. Nadie quiere quedarse al descubierto, a merced de los elementos. Si te ruborizas pierdes el último tren y gastas tu último cartucho. No obstante, sentir vergüenza de vez en cuando es algo positivo, y sacarle las vergüenzas a alguien que se lo merezca, algo muy recomendable para la autoestima. En este blog suelo hablar de ello.
Hoy en día, pero, dentro de la anestesia generalizada inyectada principalmente desde nuestras modernas pantallas LED, a duras penas se pueden llegar a cotejar las verdaderas metas; la gente, en sus flamantes e hipotecadas guaridas, tiene tendencia a resguardarse bajo el manto de la hipócrita seguridad que ofrece una sociedad sexualizada hasta el aburrimiento.
Me acuesto por las noches con la ilusión de ver un nuevo día, aunque luego me lo quiera pasar tumbado en el sofá pendiente de enchufar la PS3. Dexter ha vuelto, pero ni consiguiendo descubrir las malas artes del vecino éste se da por vencido. El derecho de estar pasando una constante reválida impide que me despierte más tarde de las 9, así lo reclama mi nueva vida. Cuando no duermo por las noches y sí por las mañanas, mi perrita me insufla la energía con la que decido no rechistar tras cinco segundos, una fea costumbre que intento erradicar (de la misma manera que se oscurecieron otras vidas que jamás existieron). Después, consigo dormir plácidamente.
Soy un hijo de mi tiempo. Pero el resto de los hijos de mi tiempo me producen náuseas. ¿Se puede vivir con un sonrojo constante? ¿Qué hace falta para cambiar la mentalidad de toda una generación? La fustigación es necesaria. Puedes adaptarte a las circunstancias, al medio, pero nada impide que te alejes de los estereotipos dictados por alguien que no te representa. O sea, que será mejor que construyas un fuerte y empieces a hervir aceite por si acaso; no es difícil que te descubran si habitualmente muestras tu inseguridad sin ningún pudor -enfrentándote a tumba abierta con los poderes ocultos que nos rodean-, la expresión de tu cara puede acabar haciendo todo el trabajo sucio sin problemas. Pero no me gusta no poder verme 30 años en adelante, llevando camisas de cuadros y coleccionando sombreros de copa (volverán, créeme)…
Traidora impavidez. Mercenaria ensimismada, vetusto vodevil que vive de las triquiñuelas de unos pocos artistas del pecado, virtuosos de la arquitectura vital más corrompida.
Las callejuelas de Granada se mofaban de nuestros pasos. Pude disfrutar de la lección sin pensar que teníamos que volver en un avión con billete cerrado, ya que normalmente no me gusta llegar a ningún sitio sabiendo que luego tengo que volver. Resulta engorroso estar pendiente de la cuenta atrás, del puto reloj, impide disfrutarlo plenamente. Es como estar de paso, o como tener la sensación de estarlo: la excusa perfecta para no comprometerse, porque mirar a los ojos de individuos que caminan sin rumbo empieza a ser insoportable. ¿Es que no va a dejar de llover nunca?
No soy tan desconfiado porque sí. Tengo mis motivos. No es una cuestión de sensibilidad, ¡rezumo sensibilidad por doquier! Son principios. Adquiridos a distancia o en consonancia con un modelo, pero principios al fin y al cabo. Yo no puedo simular impavidez en las grandes áreas. Me vine al campo a vivir para que mi ID llevara una vida tranquila, reservando los tiros y las misiones suicidas para John Marston. La magnífica herencia de una raza que perdió el norte en las ruinas de su último reducto, tanto monta, monta tanto, dejó espacio para compartir un principio de alegría incluso sin poder llegar a tolerar bien las sorpresas.
Nadie quiere quedarse al descubierto ni sentirse desamparado. ¿Para qué cambiar? Puedo sentir vergüenza por muy poco, pero me importa una mierda lo que me digan desde fuera. Dentro, la desnudez es tan agradable que me tumbo sosegadamente en mi cama por las noches, liberado de esa extraña presión que tanto me incomoda, de esa batería de despropósitos que encuentro nada más cruzar la puerta.