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viernes, 3 de marzo de 2017

APAGÓN


Le preguntaba a mi esposa, antes de subir a acostarme, sobre si la gente estaba muy loca o era yo. Le digo: esa está muy loca o soy yo? Y me dice, sin dudar, está muy loca. Pero luego lo entronca con mis nulas capacidades sociales y todo se nubla. Lo que cuentas es ser sociable, sentencia. Y claro, yo ahí no puedo decir nada.
Eso me ha dado que pensar y luego me ha costado mucho dormirme. Y he pensado -ya que no es algo nuevo-, al carajo: apagón social. Empezaré con el móvil, borrando todas las aplicaciones. Dejando de publicar. Me he preguntado: ¿por qué publico cosas en mis redes sociales? ¿Por qué retuiteo mierdas? Si tengo algo que decir, fotos que colgar, ¿por qué no hacerlo solo en mi blog, el lugar que me define desde hace más de una década? Si es que tengo algo que decir.
No es que el programa de Salvados sobre el tema me hiciera pensar más de la cuenta, no. Hace tiempo que le doy vueltas, yo diría que desde que me paso las tardes en el parque con mi hijo mayor. El puto móvil me resulta agotador y necesito quitarme.
Mokadelic, Gomorra. Saviano. Mi ensoñación se debe en parte gracias a ellos. Llevo una maldita semana con la colonna sonora sonando sin parar, p'arriba y p'abajo. Y después de la habitación de juegos, los marrones de turno en el trabajo y el poco tiempo productivo, me he vuelto a ver en perspectiva -como una poción para la autoestima; en esa reflexión, como la necesidad de emborracharme, hallo cierta cuestión cíclica que acaba explotándome cuando la acumulación de mierda se hace insoportable. Ahí vivo estos días, si te digo la verdad. Debo superar el apagón y cierto estrés para empezar a abrir el cascarón primaveral que se nos viene encima.
No necesito saber lo que se cuece a cada instante, ni actualizar las putas redes. ¿Por qué sentimos esa imperiosa necesidad de mostrarnos? ¿Por qué nos atrae tanto la vida digital, de chismes y agachar la cabeza enganchados a ellos?
La vida de verdad no está online, la vida de verdad es otra.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

GALONES PARA BES

Este verano, en estos viajes, había que darle galones a Bes, ahora que agosto tocaba a su fin y el bronceado deja de ser prioritario. 
No nos disgustó el exceso de las Pitiusas, a decir verdad nos encandiló; la hoja de ruta que ideamos en su momento, incluyendo cambios de suelo y gastos a manos llenas, tenía pinta de ser inabordable y sin embargo no le pusimos freno: la vida es demasiado absurda como para ponerle trabas constantemente.
Galones al desenfreno, pues. Mi hermano R. se liberó y yo solo pienso en tenerle a mi lado, cerca de su sobrino. A épocas, darle importancia a lo que de verdad cuenta suele ser relativo; con el buen tiempo hay hipótesis que acaban por demostrarse y el mérito está en minimizar los daños que, mentalmente, le atribuimos al cambio de estación allá por la patrona de Barcelona a finales de septiembre.
Podría seguir reduciéndolo todo a otros factores externos como la alimentación, al hecho de hacer deporte con frecuencia o al follar. Podría intentar explicar cómo puede alcanzarse un tipo de guerra silenciosa hasta que me reclamen del otro lado, el miedo al sufrimiento de los tuyos, la inquietud por no saber denostar aquello que una vez sacrificaste.
No hay motivos para seguir de mal humor. No hay tortura que merezca ser alimentada, ninguna digna de hacer tambalear los cimientos del actual consenso. Apenas leo prensa; la televisión es un mero divertimento para nuestro retoño y solo sigo aquello que me interesa o por confesión amiga si me dejo llevar. Luego están las series, pero ese es un vicio que no pienso dejar (Gomorra, guaiò).
Tres autores han pasado por mis manos este año: Roberto Saviano, Gay Talese y Erri de Luca. Tres nomás (troppo da fare). No me he convertido en un tío aburrido; el otro día me sorprendía a mi mismo hablando de mis preocupaciones con A., la esposa de nuestro amigo fallecido tres años atrás. Son vacíos. La semana que nací? Él no vino a verme. Ningún día. Ya no recuerdo con quién solía hablar de mis cosas y, en esos huecos, echar en falta a tus iguales provoca dolor y desamparo. Gestionar otros desencuentros familiares y hacerlos viables para el día a día supondrá un bello reto de cara a septiembre también, aunque no lo desee.
Ya me puedo dar por adaptado al nuevo despacho, si bien dispongo de menos tiempo para encauzar esas pequeñas mierdas que acabo posponiendo constantemente; es imposible no tener un ojo en el nuevo curso, no controlar a Bes -ahora que mi hijo empieza el cole-, no sea que se le suba a la cabeza su nuevo poder y acabe por regir nuestros destinos basándose en el libertinaje del fin del verano. 
Uno siempre piensa en que puede ir a mejor. Por qué iba a tener que ser negativo? Quién o qué osaría detenernos ahora?
Todavía es verano, non è finita ancora.