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martes, 4 de octubre de 2022

LA OPORTUNIDAD

¿Y si no necesito una oportunidad, y el otoño no es más que un estadio en el que se me alejan todas las opciones y entro en barbecho y de ahí no consigo salir e indefectiblemente acabo conformándome como he hecho toda la vida?

Per tenir bona vellesa, un s'ha de morir jove.

Es un mundo precario, y es en él en el que hay que desenvolver una crisis perenne, haciendo como que no se ve pero sin ocultarla del todo, como diría el hilo musical. 

Qué buena frase soltó el anciano. Me dejó hecho polvo. Casi tanto como cuando, a más de dos mil metros de altura, en los Pirineos, no podía respirar bien y recordamos nuestro viaje al Perú y toda la coca legal que pude meterme entre pecho y espalda. Al cabo de unos días otro señor me dijo: val més aprendre vell que morir tonto. No echo de menos la ciudad.

Y si no llego a viejo, a tener estas conversaciones con la juventud. Y si no merezco una oportunidad, a mis cuarenta y dos años. Mis amigos siempre me han tildado de cabezón enfurruñao, qué cosas (mi verdad solía ser la verdad). Pero yo no quiero morir en vida, eso seguro. 

Puto otoño. Si todavía me salen tomates, joder. Lo cierto es que son demasiados los días en que cogería una escopeta recortada y atajaría, pero luego me dejo ir y no consigo tener esa constancia que marca la diferencia. Es lo que tiene la mediocridad: a tiempo corrido te convierte en uraño.

A estas alturas, y aunque me considero un ser afortunado, necesito que las cosas sean sencillas. No hacerme preguntas. Que no haya saltos temporales inexplicables, que el Barça cambie de esquema de vez en cuando, que empiece la NBA y que la cuenta atrás para el Mundial de fútbol no signifique el fin de un modelo de juego y de una era. Que los Mars Volta no saquen un disco que no me encaje ahora, en este momento en el que hay calabazas por doquier (¡y eso que todavía faltan unos días!). Que no me agiten las conversaciones intrascendentes.

Que no tenga que forzar la máquina para sobrevivir al día a día ahora que tengo un objetivo, con un horizonte claro y meridiano como el cielo de estos días.

Que pueda tener una oportunidad. 

martes, 3 de noviembre de 2015

EL EVANGELIO



Yo creo que es el cambio de estación.
El punto débil, lugar de tránsito hacia el pecho, ese talón que te recuerda pacientemente que la noche de las almas está al caer, y que es en esa misma debilidad donde hay que esconder que los días son tan largos como las dietas y el comer.
Es la puta tos. Y el fin de la escritura, de dejar de leer mierda. Ahora que el frío llegará volveré a engancharme al idioma catorce semanas. Luego año nuevo, navidades a la vuelta de la esquina y los problemas para salir de casa con dos evangelistas y una carlino.
Hicimos la castanyada de la familia Raya en Cal Ramons. No había visto antes esa canasta y fue un digestivo muy apreciado, lo pasamos bien. Pero para cosas como el cine a veces pienso que falta un poco de distensión, un Stephen Curry desacomplejado.
Yo creo que es el cambio de estación. 
Y usar el C4 no como explosivo.