Siempre he imaginado las Saturnales, la fiesta romana del solsticio de invierno y el maravilloso Sol Invicto —sobre el cual pasé de puntillas—, como un festival de carne y fluidos varios, muy probablemente porque rima con bacanales, o quizás porque cuando vi la serie «Roma», de HBO —hoy MAX—, pude por fin ponerle frames a lo que mi cabeza era incapaz de hacer por sí sola.
Es más propio, en esta época, sentir una difuminada niebla que nada tiene que ver con el humo de antaño, sino con la pérdida borrosa y poco clara de una alegría desbordante que no es que nunca me caracterizara del todo —ni mucho menos—, pero que, en su momento, se me prometió y arrebató con la misma decisión.
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Los blancos no la saben meter (2024) |
Todavía resuenan entre bambalinas aquellas hermosas palabras: «por eso nunca te saco», pronunciadas jocosamente y en tono festivo. Sin embargo, no es una elección mía, esta pérdida de lustre. A veces creo que doy un paso al lado para no molestar. Otras veces, no obstante, no entiendo cómo sigo cayendo en los mismos agujeros una y otra vez. Pero qué te voy a contar, fiel seguidora de esta bitácora, que no hayas leído una y mil veces antes, ya; quizás que cada vez tengo más frío, o que lo que vienen siendo buenamente las fiestas, no van mucho más allá de lo que son los ciclos agrícolas y del sueño y descanso.
Hoy veo que hay algo de generacional: la culpa de todo es de los padres, más hermosas palabras, dichas en el mismo ambiente. Yo no callé del todo, ¿pero qué podía decir? Escuchaba una canción que me diluía, una que me había pasado desapercibida hasta entonces y que te he dejado colgada al principio de este escrito.
Quizá llegue un día en que un hombre viejo y sabio, con su larga barba blanca, tenga a bien instruirme en esto que llamamos vida. Y vuelvan las Saturnales sin Vichy ni Aquarius ni sueño pendiente y con todo el maldito esplendor del Sol Invicto y las energías renovadas.
ADDIO, 2024. ¡ATRÁS TE QUEDAS!
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the end of the road |