martes, 31 de diciembre de 2024

DIFUMINANDO SATURNALES

    CLAUSURA XXIV 


    Siempre he imaginado las Saturnales, la fiesta romana del solsticio de invierno y el maravilloso Sol Invicto —sobre el cual pasé de puntillas—, como un festival de carne y fluidos varios, muy probablemente porque rima con bacanales, o quizás porque cuando vi la serie «Roma», de HBO —hoy MAX—, pude por fin ponerle frames a lo que mi cabeza era incapaz de hacer por sí sola. 

Es más propio, en esta época, sentir una difuminada niebla que nada tiene que ver con el humo de antaño, sino con la pérdida borrosa y poco clara de una alegría desbordante que no es que nunca me caracterizara del todo —ni mucho menos—, pero que, en su momento, se me prometió y arrebató con la misma decisión. 

Los blancos no la saben meter (2024)

Todavía resuenan entre bambalinas aquellas hermosas palabras: «por eso nunca te saco», pronunciadas jocosamente y en tono festivo. Sin embargo, no es una elección mía, esta pérdida de lustre. A veces creo que doy un paso al lado para no molestar. Otras veces, no obstante, no entiendo cómo sigo cayendo en los mismos agujeros una y otra vez. Pero qué te voy a contar, fiel seguidora de esta bitácora, que no hayas leído una y mil veces antes, ya; quizás que cada vez tengo más frío, o que lo que vienen siendo buenamente las fiestas, no van mucho más allá de lo que son los ciclos agrícolas y del sueño y descanso.

Hoy veo que hay algo de generacional: la culpa de todo es de los padres, más hermosas palabras, dichas en el mismo ambiente. Yo no callé del todo, ¿pero qué podía decir? Escuchaba una canción que me diluía, una que me había pasado desapercibida hasta entonces y que te he dejado colgada al principio de este escrito.

Quizá llegue un día en que un hombre viejo y sabio, con su larga barba blanca, tenga a bien instruirme en esto que llamamos vida. Y vuelvan las Saturnales sin Vichy ni Aquarius ni sueño pendiente y con todo el maldito esplendor del Sol Invicto y las energías renovadas.


ADDIO, 2024. ¡ATRÁS TE QUEDAS!

the end of the road

martes, 24 de diciembre de 2024

DISTRITO DISTRUTTO

 

La Casa Batlló

    No seré yo el que diga aquello de
qué rápido ha llegado la Navidad, ¿no?, porque me resulta cansino y agotador y, además, aunque me despierte con ganas de poner la cantarella de los niños de san Ildefonso de fondo cada 22 de diciembre, no suele tocarme nada —como dice mi amigo Ace, pues, hay que asumir que moriremos pobres.

Lo curioso es que estuvimos en Logroño, este verano. ¿Pero cuánta gente de este bendito país nuestro pudo estar, estuvo, pasó por entre sus llanuras y no pensó siquiera en detenerse a comprar un maldito décimo en la famosa calle Laurel? 

Para nosotros, parar un momento en el páramo de la nueva ciudad deportiva del Logroñés, histórico club de fútbol tradicionalmente ligado al Tato Abadía, fue más que suficiente. De hecho, no hicimos ni una foto, ahora que estaba buscando en el carrete alguna para colgar aquí.

Justo antes de estos días tan bonitos, de los niños en casa todo el día, del frío más inmisericorde, de los posibles constipados, me volvió a tocar destino en una comarca nueva, en un distrito de otra época: Terrassa. No seré yo el que diga aquello de ya no sé si se trataba de mí y mi destrucción o es que necesitaba con urgencia volver al ruedo, pero al segundo día ya estaba de excursión y, todavía no sé cómo, acabé solo en una sala inmersiva de esas que están tan de moda, a resguardo de las inclemencias externas como la lluvia y el viento loquísimo que se dio en la ciudad condal el 12 de diciembre.

En pleno solsticio de invierno, casi es hora de hacer balance. Que los días sean más largos y el Sol Invicto renazca con toda su energía, poco a poco, es como una alegoría de un mundo que promete llegar para jolgorio de la humanidad con las curvas de Carlos Sainz:
horquilla tras horquilla. El preteenagerismo, doctrina que se nos viene encima con el mismo vigor que las saturnales y toda esta mierda ancestral, 

hace que el huerto que reclama su cota de protagonismo y atención, entre de lleno y por derecho propio en un dosmil veinticinco en el que los coches todavía no van a volar, pero en una tierra que sí hay que cuidar.

Ay, mi socio JC. Tú solo eres una pequeña parte de lo que celebramos a partir de hoy. En este distrito bendito, alejo mi yo distrutto para darle la bienvenida a la nueva temporada, a lo pagano y lo profano, al mar y a la suerte.



(Efectivamente, todo está ya más que escrito)

¡FELIZ NAVIDAD!