lunes, 19 de agosto de 2024

LA CEREMONIA DE LA CONFUSIÓN, 1


Planeta Sur

Desde que acabé el curso, contando como tal el que tuve que hacer las dos primeras semanas de julio —que me mantuvo ocupado más de lo esperado— y el propiamente «físico» con su all included (tutoría, clases, colonias, burocracia institucional, etc.), no he podido abrir un libro ni escribir una triste y solitaria línea.

Lo intenté en el avión de vuelta, una vez gestionado mi pánico inicial habitual. Supongo que el ver a mi hijo de once años a mi lado, tan relajado y preguntándome si quería que le cogiera la mano o qué, me dio tranquilidad para intentar darle rienda suelta a mi cerebelo a unos cuantos miles de metros sobre el mar.

De eso hace ya tres semanas, y volvíamos de un maravilloso viaje por el sur de la península Itálica. 

Escribía:

El viento, sofocante y escanciado con aromas de tilo y mirtilo tan familiares, rivaliza aquí abajo con los cantos desmesurados de las cigarras, desmarchadas de tanto luchar contra el clamoroso miedo a morir chuscarradas por alguno de los incendios que surgen de la nada. Creo que lo llaman "combustión instantánea".

📣(…) Muy bien, muy bien, pero claro, es un exceso de decadencia. Creo que este año nos hemos pasado de decadencia (...)😅

¿Puede haber un elogio más envidiable y deseable que este? Son palabras de mi esposa, carcajada mediante, no hace mucho, cazadas al vuelo mientras hablaba por teléfono. 

Seguía:

El Tiempo tiene un estatus especial por estos lares. Y es que aquí abajo, con sus nichos de basura invisible como parte de un paisaje antiguo, olvidado y pese todo orgulloso e impasible como los bronces de Riace, los dioses moran y se manifiestan abiertamente y en todo su esplendor. 

Pero una sombra ha crecido en mi interior, oscureciendo mi ánimo con malas artes y nublando mi mente como si en mayo hubiese sembrado veneno en vez de tomates, calabazas y pepinos. Y es que desde que acabé el curso, contando que ayer fue el cumple de Isalen y que todavía faltan dos semanas de vacaciones, 

la vida parece querer haberse ralentizado entre tanta belleza decadente.




jueves, 30 de mayo de 2024

TESTIGO PASIVO


 Era testigo de su propia rúbrica, hereje y custodio de la semilla que definía no solo una manera de ser, sino un mismo vaivén nacido de las entrañas del oleaje eterno.

Esa agitación interna, que hacía que se despertara por las mañanas con la carga de un borrico siciliano de los sesenta, somatizaba todos los peligros del mundo y los convertía en elementos pasivos para el teatrillo diario. 

Ay, cuando salga mi tercer año se decía a sí mismo... ¿Qué me deparará el destino? ¿Tendrá playa, ese lugar soñado, y unos acantilados a los que asomarse? ¿O serán sus inviernos largos y duros como un día sin pan? ¿Encajaré entre sus dulces gentes?

O tal vez le mirarán como a un extraño, señalándole con el dedo índice y riéndose a sus espaldas mientras camina empapado y perdido por unas angostas y empedradas calles de alabastro al buscar un colmado en el que comprar un sobre de sopa precocinada para calentarse por las noches y un alféizar que le cobije.

Al fin y al cabo, como testigo voluntario y jugador empedernido que era, el enorme tablero era como una especie de reto para él. Incluso si no entendía las reglas del juego en sí; veía el sufrimiento de propios y la desidia de extraños como un aliciente para reafirmar su fe. Entendía el peaje que había que pagar como una especie de viacrucis y, pese a todo, pensaba en sacar algún rédito de todo aquello: solo tenía que aguantar un poquito más.

Como todo testigo de su propia rúbrica y hereje tardío del vaivén que no cesa que se precie.


jueves, 29 de febrero de 2024

SIMPOSIO AMABLE

 


Don't half ass it. No lo hagas a medias.

Durante años he intentado seguir esta máxima a pies juntillas. 


miércoles, 31 de enero de 2024

LA DESHONRA Y EL FASTIDIO

 

Cuando tengo un desencuentro olvido que el humano es un ser social.

A su manera, pero social. Eso implica establecer algunas alianzas y ciertos silencios que suelen darme fastidio más de lo que yo quisiera; es decir, puedo pasar, puedo plantarme hoy y decir: son cuarenta y cuatro, sabes. Pero luego me cuesta gestionar esa desidia molesta que irradian algunas personas que necesitan capa, espada y yelmo para tener que levantarse cada día. Y sacar todo ese arsenal a relucir, por supuesto.

Aquello de "at the end of the day..." debería ser lo único que importa. Los tejemanejes que se cuecen entre bambalinas no dicen nada de mí, son ajenos a mi ser (social). E incluso dándolo todo, yendo al cien por cien -como no lo concibo de otra manera-, soy consciente del riesgo.

Pero con una mirada amable, la mayor parte de las veces, bastaría para salir a flote. Para arreglarte la semana. Vuelvo a recurrir a Tony Soprano, que se preguntaría sobre los tipos serios y callados de antaño.

Yo quisiera ser Gary Cooper, pero hay épocas en las que creo realmente que no encajo. Una amiga me dijo hace poco "ets tot futur", y me encantó, ¿pero qué pasa si el presente se me escabulle entre los dedos y me sigue costando disfrutarlo? 

Me da fastidio, porque el reloj no para de correr y entro en esa dinámica en la que todo es molesto, insignificante y deshonroso.

Y, si bien ya son 44", me gustaría seguir cantando (como en el vídeo de más arriba en el tributo a HDS de hace unos días), aquello de "aún nos quedan cosas por decir".

Y todo por hacer.

jueves, 21 de diciembre de 2023

TODAS LAS COSAS BUENAS DEL MUNDO

CLAUSURA: ANNO DOMINI XVIII
En poco más de 6 meses empezaré mi decimonoveno año con esta bitácora abierta.

19 años escribiendo en línea para mí y para todo aquel que le apetezca detenerse unos instantes en mis idas y venidas.

La historia de prácticamente la mitad de mi vida puede explicarse a través de este blog; algunos amores, mis pensamientos más profundos; la incerteza ante un futuro que siempre se ha mostrado esquivo, las historias de familia (ya sabes aquello de la sangre no se elige). Los viajes, mi obsesión italiana, la gente buena y mala con la que me he ido topando. CASI TODO.

Incluso la enfermedad, la muerte y un excesivo afán por permanecer y por mantener bajo la superficie mis vergüenzas más delicadas. Ah, eso y la estúpida lucha contra el tiempo, que nunca fue en un sentido estrictamente estético hasta que, pasados los cuarenta, empecé a darme cuenta de que lo de envejecer iba en serio.

Volviendo al inicio, en 2005 tenía 25 años y solo había espacio para una cosa; recuerdo que borré muchas entradas a posteriori por el miedo a quedar demasiado expuesto, cómo lo lamento ahora. De ahí ese horrible hueco, con solo 4 publicaciones. Escribí muchas más sobre ella.

En realidad he escrito toda la vida, al menos desde que tengo uso de razón. Tengo innumerables libretas, agendas y cuadernillos de todo tipo esparcidos por mi casa, y ni te cuento las que se debieron perder entre tanto traslado (a bote pronto, diría que he vivido en 9 o 10 lugares diferentes en mi vida). De esa bonita época de conocimiento y expansión guardo unos retales imprescindibles, pero, como ya he dicho antes, la cosa venía de lejos.

Nunca he sido de quedarme mucho tiempo en algo, nunca he sido muy constante: me interesan tantas cosas que soy incapaz de profundizar en nada. Incluso creí que tenía ciertas dotes en eso que llaman hoy en día procrastinar.

Comunque, de todas formas, fue esta una etapa de plenitud, entendiendo plenitud como tranquilidad de espíritu. Y ahí sí que conocer a mi esposa es un punto de inflexión, un choque de realidad que me hizo enterrar a los pajaritos y pensar como un adulto (que, huelga decir, es distinto a ser un adulto).

Desde 2017, según se aprecia en los datos de la foto de arriba a la derecha, empecé a perder interés en seguir exponiendo cosas de mi vida en línea. Ya no me apetecía ni seleccionar, ni rizar el rizo, nada. Tuve mi enésima crisis vital, sobre todo en el plano laboral, que ha sido siempre mi talón de Aquiles; nunca quise hacer demasiado para ganar dinero. Solo quería vivir tranquilo, pero eso iba evidentemente en contra de los postulados del mundo de hoy.

Lamentablemente, me he dado cuenta con los años que para conseguir #esoquehellamadovidatranquilaperoqueesenrealidadalgomuchomásprofundoeinsondablehay que pagar. Y eso hay que ganárselo, pero como nunca tuve un guía que me explicara cómo, he dado más tumbos de lo normal. Son tantos los peajes que algunos ni siquiera tienen nombre (o no he sabido ponerles nombre).

La gente lo llamaría crisis de los 40. 
Es un poco lo que intento hacer con la chavalería; por supuesto, no es la misma época ni las mismas circunstancias; quindi, entonces y como tendencia y quizás relacionado con esto último, he desarrollado una necesidad imperante de acercarme a la gente estrictamente positiva. Y los chicos pueden ser muy duros, pero no hay regrets ni resentimientos al día siguiente.

Ya no me apetece lo de antaño. Mi vejez, como ya he dicho alguna vez, va indisolublemente ligada a una sanísima capacidad de elección. Y todas las cosas buenas del mundo que sé que me están esperando, aunque desde la esquina de la esquina, dependen y se leen siguiendo esta clave, cosa que va unida a una manera de hacer que he ido moldeando con el tiempo. Es mi vejez, carajo. Yo elijo.

Porque si soy incapaz de estar bien, desde sentirme alegre y vivaracho, alguien saldrá trasquilado. Y no quiero ser yo, que solo pretendo y persigo las cosas buenas que existen y que me están esperando ahí afuera, como los cofres y las armas de Fornite. 
Como el simple hecho de poder escribir lo que me dé la gana y desde hace ya casi diecinueve putos años en los que sigo aquí, joder.

En la jodida Montpellier agotadísimo por un trimestre demoledor.


viernes, 24 de noviembre de 2023

UN ESTOICO Y SU CEGUERA

 Me paso las horas dejándome la voz con toda la mierda estoica que he hecho mía este año y resulta que es terriblemente agotador.

Podría escribir aquí un montón de frases que se han ido convirtiendo en mi filosofía de vida estos últimos meses, incluso preguntas que han intentado ponerme los pies en el suelo día tras día, pero no. Y reconozco que ha sido un buen anclaje, un momento de pausa y distracción necesario para esta vorágine agotadora del "no llego" (eso sí, sin soltar aquello de "no me da la vida", qué rabia).


Mi problema es que no estoy preparado y me faltan herramientas. Sí, joder, me repito más que el ajo. Por eso voy dando tumbos desde que abrí este maldito libro, el único fuera de lo que implica las aulas; todo lo hago en esa clave, pero en una soledad casi apabullante. Incluso si da igual lo que diga o como me sienta: mañana nadie se acordará.

Quizá eso sea algo bueno, no lo sé. Y como no lo sé porque nadie me cuenta una mierda más que sandeces de despacho, pienso, pues al menos que quede la persona. El colmo de este teatrillo de lo absurdo llegó con la oración siguiente, siempre en el mismo libro sobre los estoicos:

"Señor, concédeme la serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, el valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar, y la sabiduría para entender la diferencia".

¿De qué coño sirve ser un estoico si luego no tienes lo que hay que tener? A quién coño le importa. A quién coño le importa, si la cotidianidad nos devora, amansa y destruye inmisericordemente. La ceguera de aquel que no quiere entrar en diálogo porque su zona de confort quedaría en entredicho; la de aquel que sonríe apretando los dientes y rehúye la mirada; y qué hay de aquel que, aunque mire, traga saliva cada vez que intenta articular palabra en un careo; y ay de aquel que nos da tabaco y vino agrio... ¡que no se entretenga!

En efecto. Todo está en Héroes del Silencio y en Tony Soprano. Absolutamente todo.

Sobre todo la ceguera del estoico y este agotamiento que clama a gritos una mongeta màgica.

Y suelto una pregunta de estas al infinito:

¿Con qué frecuencia sufrimos por cosas que todavía no han ocurrido?

Como diría Séneca, "mientras escribes, no pienses en el futuro. Céntrate en el aquí y el ahora".

Así le fue al hijoputa.



martes, 31 de octubre de 2023

LIMITAR EL ALCANCE

A veces, pero solo cuando trato de limitar el alcance para no caer de rodillas, vuelve aquello de "siempre es menos de lo que parece".

Con todo, no es suficiente para vivir desahogado porque no llego, no soy capaz de tener el control; el estado de constante sensación de poco desahogo suele imponerse y ya me han dicho que me acostumbre a ello, pues es algo que, por lo visto, no va a cambiar. Al menos no en los próximos años.

Es un vete haciéndote a la idea, fra, molesto para la joya, feo, porque cuesta hacerse a la idea de que tiene que ser así, de que hay que vivir así.


Así que, simplemente, trataré de limitar el alcance. Para no morir en la orilla. Para que no me maten y no me quede en el intento las pocas veces que consiga que no me pillen.