martes, 24 de mayo de 2011

UNA PRESUNTA VISIÓN SESGADA


La verdad está en casa mientras la mentira trata de envolver lo que queda de ella desde fuera, desde el viciado exterior; nunca es azote suficiente el autoinflingido si no hallas el modo de pasar inadvertido, si no encuentras la manera de pasar por encima de convencionalismos y falsas proezas que aspiran a ponerte a prueba y demandan constante atención.
No era mi intención llamarla al orden ni urdir una estratagema clara. Sin embargo, una desconexión prolongada suele provocar estragos:
- (…) Como los trípticos de los hospitales, con falsas de ortografía por todas partes. Es increíble, ¿verdad?
- Total, para el que lo tiene que leer…
No debería haberse girado hacia mi. ¿Qué esperaba? Todos me miraron. Llevaba una media hora sin decir ni una palabra. Ya no cabían más pensamientos en mi aturdida cabeza. Hubo un estertor de estupefacción generalizada seguida de un silencio sobrecogedor. Mi novia me miraba con los ojos más grandes que le había visto hasta entonces, noté. De hecho, no creía posible que pudiera abrirlos tanto.
Puede que la culpa sea del ukelele de Eddie Vedder. Sea como fuere, el verano avanza implacable tras dar portazo a la inacabable temporada futbolística –y eso que no hay Mundial ni Eurocopa-, con los Clásicos muy lejos de amparar a progenitores enajenados con sus irritantes quehaceres autosuficientes, que impiden apartar preocupaciones como era costumbre, pero no permiten admitirlas sin responsabilizarse tampoco; sin paciencia para cocinar a fuego lento, cada vez que me planto en el descansillo en espera de aquel viejo ascensor Thyssen, millones de aguerridos pensamientos pelean por agolparse en el mejor rincón de mi cabeza, cerca del lóbulo frontal. Sigo sin poder detenerlos, cosa que oprime mi capacidad ejecutora y logra poner de manifiesto un miedo que supera cualquier vínculo afectivo natal.
La corrupción del malvado mundo exterior se ha rebelado por fin. Pero todavía resulta execrable a ojos del vecino, que asiste impertérrito al ilusorio final del mundo que ayudó a alimentar, cimentando la supresión del individuo y el injusto estado del bienestar. No sé hacia dónde nos llevarán desde Sol, pero que no lo hagan a lomos de un viejo timón, por favor.  Las tres ‘Españas’ tendrán cabida en el cajón de los desastres del siglo XXI, justo antes de que lo malo y lo bueno se distingan con dificultad entre el caballo alado y el hidalgo más chiflado.
Cuestiones domésticas aparte –por solucionadas o perfectamente encauzadas- un celo agudo ha vuelto a apergaminar mi paladar. La última vez que sentí un halo parecido acabó en hecatombe, por lo que suelo presentarme lo más lejos posible de mi mismo y avanzar despacio siempre desde casa, desde mi creíble y duradera coartada; como no es mi estilo dejar las cosas a merced de nadie que no sea yo, sé que la culpa o el engaño seguirán atentas a los artificios que aspiren a sorprendernos desde fuera, 
desde lo corrupto y lo ajeno.*
*Fotos de finales de marzo
(The Wall según Roger Waters y Collioure).

sábado, 14 de mayo de 2011

UN INSÓLITO CASO DE DESTINO INGRATO Y CRUEL

Un insólito caso de destino ingrato y cruel sería aquel que fuera en contra de la naturaleza racional del ser humano. La otra naturaleza, la que hace referencia a nuestro sino indefectiblemente polvoriento y volátil, no se discute ni se tilda de desagradecida; como todo material orgánico, aquello que conocemos y nos define acabará -esperemos más tarde que temprano- reducido a poco más que jodidos escombros. Pero no siempre funciona así.
Un insólito caso de destino ingrato y cruel que no entiende de injusticias ni de preguntas sin respuestas, que no espera ni lamenta haber llegado más pronto que tarde, es aquel que sonríe abiertamente afilando sus garras, mostrando su amarillenta dentadura. Sobre los llantos y súplicas que va dejando a cada lado del camino, como pedazos de piezas de un puzzle inacabado, no flotan restos de clemencia ni de virtud.
Un insólito caso de destino ingrato y cruel impide que muchos -quizá no todos- sean plenamente conscientes de nuestra primigenia circunstancialidad. Como término psiquiátrico, ilustra a la perfección el deseo de permanecer contra viento y marea, y señala la verdadera y eterna batalla que nos concierne a todos cómo género racionalmente estúpido. Pero la gran pregunta nunca dejará de ser: ¿por qué? ¿Por qué nos han otorgado ese maldito don sobre el resto de las especies? ¿Por qué seguimos buscando el escalón perdido? ¿Por qué se nos permite observar universos infinitos y luego echarnos una siesta el domingo por la tarde después de una gran comilona?
Un insólito caso de destino ingrato y cruel, el del jodido homo sapiens. Si la bóveda celeste no responde a nuestras expectativas y emociones, alejándonos del viejo y trasnochador ombligo, a merced de la naturaleza más salvaje y de la más artificial también, es que no hace falta perder el tiempo, el elemento más relativo y voraz que existe (si es que existe fuera de una visión lineal y/o espacial). Soportar semejante tensión, acumulada por millones de partículas y milenios de historia, es nuestro verdadero y fatal destino.
Un insólito caso de destino ingrato y cruel puede apartarte de tus seres queridos en un santiamén, y tu sin darte cuenta. Una obra inacabada que ya no se podría modelar nunca más. Ahora que leo Los Enamoramientos, de Javier Marías, y que pienso casi a cada instante en la oscuridad del no-ser, es ahora, que me asomo al vacío silencioso y para nada rencoroso que ofrece la eternidad (alejada de los desvaríos de la conciencia). Imponer cordura en un acto tan irreflexivo y egoísta, en estos tiempos de catátrofes que corren, es apenas una ilusión. Desarraigarse es la única alternativa para evitar el profundo dolor que arrastra la pérdida. Honrar y recordar a los caídos, el único consuelo que nos queda a los vivos. Aliviar la carga y la flojera de espíritu será para poetas y los principales desviados lo que un pañuelo a una lágrima.
Se trata sólo de un insólito caso de destino ingrato y cruel, aunque atente contra todos los principios de nuestra naturaleza racional (social), y amenace con eliminar de un plumazo todo lo que hemos conseguido.

sábado, 30 de abril de 2011

CRISIS SUGESTIVA


Tienes mucha mejor cara.
¿Qué quieres decir?
Se nota, y ella también, se os ve muy bien. Si hasta estás guapo y todo... más guapo, me refiero.
Gracias, se lo diré a Laura.
Ella debe de ser la principal culpable. Culpable de que vuelva a cuestionarme el mundo que pisan mis pies, y de que me cause sorpresa una y otra vez la respuesta que ofrece el prójimo, como si antes del enlace no hubiese forma de vida alguna. Sin embargo, a mi compañera de trabajo no la puedo culpar. Quizás sólo pretendía ser amable, cometiendo de este modo un terrible error para conmigo, pero qué demonios iba a saber ella. Sólo sabe que soy un tipo difícil de mirar, y eso le basta. Tampoco insistiría yo en mi incipiente constipado para hacerle sonrojar (eso sería cruel), así que lo dejamos en un par de convencionalismos más y acabo dándome la vuelta antes de que sea demasiado tarde.
Estoy seguro de haberme sonrojado: un escalofrío recorre mi cuerpo al observar las torres de alta tensión en Durham County. Las de por aquí siempre me han recordado a los Transformers de pequeño, pero la primavera no acaba de imponerse como cuando entonces.
No me encuentro demasiado bien. Tanta lluvia ha conseguido conducir mi ánimo hacia la máxima inoperancia. Quiero decir que no es normal, que no entiendo porqué nunca me recupero del todo. ¿Por qué?
Con tantos porqueses y tan pocas balas (ingratos feligreses), dan ganas de encerrarse en el Palomar un par de semanas y tirar la puta llave por el desagüe, pienso. De los anchos campos e inmensas praderas verdes no hay noticias {y juro que no era así como lo recordaba}, pues sigo necesitando el dinero.
Desde hace un tiempo, caminar por esta tierra mojada no me supone un gran estrés si no fuera porque suelo ir mirando al suelo. Es como una jodida adicción. Busco monedas, billetes y pruebas que delimiten nuestra existencia. Esto último sí que me estresa, y no veas cómo. Me jode porque creí haber allanado el camino, ahora que cumplí los 31, y a nadie le gusta mirar atrás ni al cielo. Sobre eso y sobre mi escasa participación en la vida social del pueblo vuelvo últimamente; como escuchaba hace un rato, en un sitio como éste (léase lugar de trabajo), uno está obligado a establecer relaciones por el bien común. Probablemente con gente a la que fuera, en la calle, no compartirías ni un jodido saludo. Es superior a mi, pero como decía el cocinero, si todos los locos estuvieran dentro, nadie podría cerrar la puerta por fuera; como parte del juego, resulta tan innegociable como intrascendente (para el desenlace final).
Esta puta amígdala de mierda… ojalá me la hubiesen extirpado a tiempo. Ahora resuena en mi garganta como el eco vacío de un contestador por atender, tan desatendido como ignorado por un alquiler demasiado caro y lleno de pus y suciedad (gentileza del mismísimo Diógenes).
Je, je, je…Eso, díselo. Què maca és!
Pues sí. Por cierto, ¿sabes que estoy constipado?
¿Qué quieres decir ?
Has dicho que hacía buena cara en el que está siendo mi peor día desde que recuerdo y hasta que te he visto hoy ahora hace un rato.
¿Cómo?
Que gracias, se lo diré a Laura. Tengo que volver a mi cubículo, ¡hasta luego!
Crisis de sugestión: culpable.


martes, 12 de abril de 2011

LAS LUCES DE FUERA


Las luces están fuera. Las luces, mi padre y las carreteras con sus enormes bloques de hormigón.
Mi padre. Sé que algún día regresará para rendir cuentas y que el destino me hará llegar una factura en blanco. Recibí un mensaje de texto oportunista y malintencionado de la que una vez fue mi prima, no hace mucho, y la figura del pater familias resurgió de entre los muertos. Un episodio de Lights Out, el último antes del gran combate contra Death Row Reynolds, volvió a sacar el tema a colación, y mi cabeza no ha dejado de darle vueltas desde entonces.
Los lazos de sangre no se pueden ocultar ni repudiar. Al fin y al cabo, es lo único que nos queda. No obstante, hay un montón de circunstancias, en el devenir de la vida, que pueden apartarte de aquello que una vez te vio nacer. Pero, si no recuerdo mi nacimiento, ¿tendría que ser tan grande la deuda?
Ahora que duermo más bien poco, con más de veinte grados a la sombra y un bronceado prematuro, justo ahora, que he hallado amparo en otra forma de parentesco (política) y que conduzco temerariamente, va a resultar que tengo unos deberes y obligaciones que desconozco desde que era un crío. De la misma manera que ellos reclaman su parte del pastel, mi postura no va a dejar de ser inflexible. Si ser padre no debería ser un acto de contrición, tener una familia por ley no te exime de afrontar una existencia menos traumática, pero no por ello voy a torturarme más de lo necesario si, llegado el caso, tuviese que enfrentarme a las ignominiosas fuerzas del mal; que cada cual asuma las consecuencias como pueda, porque yo no pienso postularme.
Las luces están fuera. Las luces, mis familiares menos cercanos y los viejos boxeadores, con Patrick Lights Leary a la cabeza.
Mis familiares menos cercanos. Se basan en cuerdas tendidas hace más de mil años. No son conscientes de que ese nexo dejó de existir. Aparecen cuando menos te lo esperas, tejiendo una espiral de dolor y remordimientos que te deja aturdido en el cuadrilátero tras el enésimo asalto. No quiero besar la lona por haber bajado la guardia, ni sangrar más de lo necesario, así que estaré preparado.
Si tu credo es devoto e inalterable, todo acto impío quedará enterrado bajo el tacto de un sinfín de votos, aquellos que cubrirán de gloria esa fe que te hará crecer. Porque, extremismos mediante, hay que creer y querer crear, siempre en el nombre del Dios justo, solidario y sincero que es Eros. El punto de partida no tendrá nada que ver con tus experiencias o el legado que te ha sido otorgado, surgirá de forma natural. Y las antiguas reminiscencias de una vetusta sociedad no servirán de excusa para omitir una forma de relacionarse que, muchos años después, acabará desapareciendo. Pero aunque tenga que recurrir al coche, yo no pienso ser así. Esa mierda no va conmigo.
Las luces están fuera. Las luces, mis viejos amigos y algunos caminos alternativos que existen desde los aledaños del palomar.
Mis viejos amigos. Sobreviven en un altar que debería mutar y saber adaptarse al entorno de las dulces ataduras que nos han envuelto desde un bucle de pasión y desenfreno. Porque las musas, traviesas ellas, son bien capaces de borrar de una tacada las huellas de una civilización entera (si se lo propusiesen), pero nunca la aniquilarían del todo: ese excesivo poder siempre deja una grieta por la que asomarse.
Ponerse el cinturón desde la izquierda, tras tantos años haciéndolo desde el lado inverso, no impide que pretenda contrarrestar todas las injusticias vividas desde la raíz en sí, desde el mismo nacimiento y hacia las luces de dentro.
Las de fuera no me interesan lo más mínimo, si bien no puedo evitar que me sigan produciendo un vértigo de la hostia.

viernes, 25 de marzo de 2011

DOS POEMAS

Mark Romanek era un nombre que me trasladaba al mundo del videoclip sin necesidad de pensar mucho ni esperar a que me confirmaran la buena nueva.

Siendo no muy tarde, sentía como el frío se filtraba por los viejos engranajes de mi coche alemán, empañando la luna delantera y descartando chaquetas. Puse la Cope pero en El Partido de las 12 sólo hablaban del Mundial de F1, a punto de caramelo, y de un par de telones más.
Camino a casa y habiendo acordado previamente con mi amigo una visita de cortesía, pensaba en las horas tempraneras que debería bordear para poder llegar a tiempo. Al poco de darse el mediodía, volví a mi máquina y me dispuse a enfilar la carretera hacia Manresa. No tenía sueño pero tampoco había pasado una gran noche, ya que parece que últimamente vuelvo a viajar por lugares recónditos en los que maldigo a propios y a extraños.
Al llegar a la Clínica, mi amigo Cesc (aka Pakâo) resumía en su afable gesto todos los enigmas del gran misterio, tan expectante como encogido: no había duda, hoy iba a ser el gran día.
Estuvimos en correas un par de horas, antes del bocadillo y mucho antes del desenlace, en las cuales comprobamos cómo estaríamos dispuestos a asumir un compromiso tan exagerado sin riesgos de ningún tipo, pero con restos de una tensión más bien alta; mientras le aliviaba el sudor de la frente a Marta con una toallita húmeda hecha cinta, no se le ocurrió más que decir que si tuviese un boli no dudaría en pintarle el símbolo de Karate Kid. Yo permanecía sentado en un vetusto sillón marrón -gracias a la diligencia de la Tere, su madre-, presto a reírme sin pausa pero sin dejar de agravar el gesto, sobre todo teniendo en cuenta lo que nos ocupaba y lo que nos había traído hasta ese arcaico lugar.
Me despedí con un sincero ademán emplazándoles hasta media tarde, hora prevista para el doble parto. No puedo negar que estaba deseando llegar a casa. Me sentía cansado, tenía sueño y la cabeza no paraba de hervirme. Pensaba: joder, uno de los nuestros va a ser padre hoy. Y de gemelos, nada menos. Con las bromas de mi amigo me había olvidado de algunas cosas básicas que te ofrece la vida, a lo largo de la existencia. No podía dejar de darle vueltas al asunto. Al hecho de saber o creer como demonios te ves capacitado para aceptar una empresa así, mientras me retumbaban las bien aprendidas palabras de la Tere, credo familiar (llegados a ese punto): si te paras a pensar, nunca es buen momento. Es una cuestión de pura madurez.
Por la tarde no había manera de contactar con el Pakâo. Era una buena sueñal. Ya pensando en el partido de la Roja preparando la cena tras un siestón de órdago, Laura me insistía en saber qué diablos había pasado, si había parido ya o qué. Con los nervios mal almacenados, llamé al Gnöit, miembro destacado de la Alacena y mi confesor particular, que me dio la buena nueva: Biel había nacido a las 18,08 y Cesc a las 18,10. Todo había ido bien y la mami estaba estupendamente. Lo celebramos brindando y con el posterior récord de los 46 goles de David Villa.
El padre estaba loco de contento; una llamada tras el primer gol de Plasil confirmaba lo anticipado por el Gnöit y nos permitía darles la enhorabuena de primera mano. No cabía en sí, me dijo: eh, és lo més gran que et pot passar. Fes-me cas, con una emoción difícil de contener. Un análisis rápido del partido también ocupó su hueco, como no. Nosotros ya estábamos en el sofá, zapeando y esperando los goles del Guaje. Atentos al WhatsApp, orgullosos al ver a los gemelos por primera vez y antes de ser rescatados por los embrujos del doctor sueño, patrón filibustero, hilo conductor del primer año de toda una eternidad por recorrer.
Se cierra el telón. Pienso en dos poemas y en esa agradable dualidad que da el equilibrio que necesita este mundo, fuera del 25 de marzo, histórico día en que uno de mis amigos dio a la luz a la primera descendencia de la Alacena.

Este escrito va dedicado a vosotros, papis (Marta i Cesc), y a la memoria de los dos churumbeles, Biel i Cesc. Larga vida.
Cent'anni!

martes, 15 de marzo de 2011

EDAD PARA EMBAUCAR


Cuando uno llega a ciertas edades, es lícito empezar a pensar en ganarse el pan embaucando a pequeños y a mayores.
Mientras oigo la lluvia caer un día más, me acuerdo de todos aquellos que viven bajo unas condiciones difíciles de entender -por los que las propugnan con un Armagedón en ciernes- y de aquello de 'no ho vaig sapiguer fer millor'. 
Sentados detrás de todos, en un bar de siempre, me olvido del partido y me las ingenio para atribuir extraños dones a los presentes. Por una vez y sin que sirva de precedente, nosotros somos los más jóvenes del lugar, pero no me atrevo a pedirle la mostaza al anciano del sombrero. Hace mala cara, puede que por la prohibición de fumar. Seguro que mataría por encenderse un purito.
El deporte como ente integrador social, el fútbol como droga del pueblo, pero ellos ni siquiera se miran. Sólo están pendientes de las nuevas gracias del filósofo, como lo bautizó Zlatan, y de las genialidades de Lio. Son plenamente conscientes de que el juego de toque puede llegar a ser de lo más desesperante (sobre todo si no se chuta desde fuera del área), pero ya están más que acostumbrados.
Esta jodida lluvia exaspera por igual, escribo desde mi refugio. Me espera otro día aquí sentado, con la manta de lino blanco por encima, fumando un cigarrillo tras otro. Ajeno a las prohibiciones del mundo exterior; Japón, pero, no ha dejado impasible a nadie. Con tanta agua es imposible no pensar en ello: las imágenes de la Gran Ola, en este mundo global del siglo XXI, son de lo más aterrador que he contemplado en vida. Justo vimos 2012 en plan divertimento esta semana pasada, y la de Clint la anterior: no lo podía creer.
Oía frases en el trabajo, frases como 'Dios, mira qué fuerza que arrastra, se lo lleva todo por delante', o 'cuánta mierda que lleva, ¿no?', mientras repasaba los mismos efectos devastadores del desastre de 2004. Es el primer vídeo que te sale si pones 'tsunami' en el buscador de YouTube, puede que haya bajado unos puestos en relevancia. Junto con otro posible Chernóbil y la suma de varias catástrofes vividas, dan ganas de pensar en una especie de motín por parte de la madre Gaia. Íker y colaboradores simplificaban así, para los más pequeños, el mundo actual {que las redes sociales se encargarán de ir contando}.
Pero los niños pequeños y los nonatos no saben nada de sueños con agua y sensación de ahogo de por medio. Ni de mi especial relación con Hokusai, tan cultivada en los últimos años. Al menos no conscientemente. Lo sufría yo al despertarme hoy Laura, al llegar del trabajo, pero todavía no sé qué diablos hacía en San Francisco.
Nosotros, benditos chiquillos inocentes, no esperamos alcanzar la mayoría de edad hasta que dejen de confundir nuestros miedos más íntimos. No queremos asumir la responsabilidad de tener que dar la cara por el resto de traidores que nos acechan, cual artistas de relumbrón,  hermanos y padres de la gran tragedia que es poder llegar a entender las condiciones que, en realidad y lejos de los focos, nos proponen {los muy cabrones}.


P. S. : No sé si habría sitio para los 10,000 en mi arca, pero gracias por haberos subido al barco en algún momento de estos tres últimos años.

miércoles, 2 de marzo de 2011

IR Y HABER VUELTO

Son muchas las ocasiones en las que acabo regresando a casa, puesto que no hace tanto sufría el desvarío de andar siempre esperando a que sucediese algo que me hiciera volver a ponerme en marcha y, volver, lo que significa volver en sí, es lo único que realmente valía la pena. O mantener esa esperanza intacta al menos.
En una extraña dicotomía, sentía que debía seguir moviéndome, sobre todo para luego menospreciar la vida que había llevado hasta ese punto {sin tener en cuenta todos los momentos que pasaría en soledad}, incluyendo la vida de los otros (mis otros más cercanos).
Irse... ¿para qué? ¿Para aprender un idioma nuevo? ¿Para relacionarte con gente de otros países? Para estar lejos de todo rincón conocido y estar constantemente en guardia.
La verdad es que lo pasé muy mal durante la beca. No conectaba con nadie y vivía coaccionado por la estrechez de miras y una falta de escrúpulos que sonrojaba. Es de justicia reconocer que mi mayor crisis de angustia la pasé en esa época, en mi habitación de la Via Logudoro número ocho. Tuve que hacer llamar a mi amigo Arthur para que me llevara al médico, ya que me estaba muriendo. En perspectiva, tiene gracia que me acompañara precisamente Arthur, estudiante de Medicina; la cuestión, pero, es que no tenía ni la más remota idea del desamparo que padecía hasta ese momento. Lo curioso del tema es que no puedo recordar con exactitud la fecha, me cuesta situarlo en el tiempo. Con certeza, toda esa mierda me la comí antes de Navidades, antes de regresar a casa por Fiestas. Fue un invierno muy suave aquel de 2006.
Lei ha paura di morire? A lo que yo respondí con inusitada ingenuidad: Solamente quando vado a letto. Era una verdad como un templo: me ahogaba hasta sentir los pulmones aplastados. Me daba un miedo terrible acostarme por la noche y no poder escapar a la pesadilla de quedarme sin aire que me mantenía en velo. Era como en las películas de Fred Krueger, en las que si te duermes o pegas una simple cabezadita... patata. Estás listo. Fue el año que dejé de consumir sustancias psicoactivas. De forma continuada, quiero decir.
Con esto no desenmascaro ningún antiguo refugio u otros anhelos de vida. Tampoco pretendo vivir dando vueltas a esta puta habitación, desde luego. Sólo digo que desear una vida desconocida es para los poetas, puesto que vivirla puede ser un auténtico infierno. ¿Qué coño hacía yo pensando en coger mis bártulos para largarme? ¿Hacia dónde? ¿Con qué dinero? Hay que mirar con perspectiva, ya sea hacia atrás como hacia delante. Hoy en día, es ese deseo un acto meramente simbólico que desempolvaré cada cierto tiempo, no pienso negarlo. Sé que es patético tener saudade, en realidad, sólo de mi mismo. Justo cuando me liberé de mi mierda hallé el hogar en el lugar donde se encontraba Laura, lejos de la literatura tradicional.
Era una cuestión de compañía, propiamente; tengo amigos, he hecho amigos, pero nunca he dejado de sentirme solo. Como un incomprendido aderezado con ciertos actos de locura transitoria. La soledad, individuo ampliamente tratado en este blog, es un elemento en constante mutación. Hasta que no encuentras a la persona que va a combatir esa mierda, a tu lado, no te das cuenta de lo que es en realidad. De lo jodida que puede llegar a ser. También es algo cultural, espiritual. Nace del fuego interior y se proyecta hacia el infinito.
Me sentaba hoy, a mediodía y con un sol que huele a primavera, en mi coche nuevo de segunda mano. Con el motor encendido y un extraño nervio que me impulsaba a poner la marcha atrás y a emprender camino hacia los pueblos de alrededor. Pensaba en comprar el pan en Puig-Reig, vino en Artés y mierdas por el estilo. Al final he apagado el motor y me he ido a correr por la campiña, entre las vacas y los primeros insectos de temporada. Así llegaba al pasado, fueron buenos tiempos, para qué dudarlo. Aprendí mucho, me di unos cabezazos de la hostia y hasta llegué a conocer un nuevo idioma desde que salí a los veintitrés. Mallorca, Barcelona, Cagliari y sus respectivos y amplios corredores, pero eso se acabó. Yo ya no me voy a largar a ningún otro puto sitio y estoy contento de regresar a mi pasado siempre con una sonrisa, extrayendo lo positivo y anecdotizando lo negativo.
Aplacar y saber orientar ese fuego, ora calmo, es mi principal tarea (y dar con la tecla y dejar de repetirme hasta saciar). Volver, sí. Pero volver hacia los momentos en los que me ardía aquella necesidad imperante de saber y de querer estar un paso por delante para sacarle provecho desde aquí, desde este palomar. Porque éste es punto de partida (para dos) y casillero final, lugar al que volver y no querer partir solo. Si es que alguna vez fue verdad que anduve fuera, habré vivido lo suficiente para poder celebrar esta {no por fragmentada menos ansiada} paz de espíritu, esta extraña dicotomía que desemboca en el volver y en el deseo controladamente satisfecho, mi verdadero hogar junto a mi amada.