martes, 28 de julio de 2009

JUSTO ENFRENTE MÍA

SERIE B
Justo enfrente mía
y después de medio año,
observo mi actual desdén, mi agonía;

Justo enfrente mía
y viajando, craso error,
¿acaso fueron las palabras medicina tardía?
"No es nada de tu incumbencia", dictando cruel sentencia.

Fuera lo que fuese ya se fue;
una sola cara, cara mia, debo dejar pasar.
¿Tan pronto descubriste mi desaire crepuscular?

Justo enfrente mía
se halla mi enferma flor favorita;
ocultar sin desentonar,
jugar a nada si el tiempo se va.

Justo enfrente mía
apareció el verdugo croata;
"no se apure, no hay corbata,
olvídelo y sonría".

Justo enfrente mía,
no supe como acallar las voces de esa jauría,
y aunque debería,
no pienso ceder mi autoría.

lunes, 27 de julio de 2009

SI EL VOLAR CERCARA

SERIE A
Si el volar cercara el espacio que me separa de tí,
poco quedaría si no me dejasen sufrir.

Si el volar cercara y pusiera coto cerrado, lucha aislada,
jamás encontraríamos la respuesta más acertada;

si el volar cercara y acojonara mi halo más profundo,
ten por seguro que si respiro ya es todo un mundo.

Si el volar cercara a las luces de emergencia y la cabina pierde presión,
recuerda que una cerveza tal vez dos,
no garantizan obviar tal sofocón.

Si el volar cercara y escondiera o pospusiera malos aires, agárrate,
tiembla,
y hazme un favor, ¿quieres?
Deja las quejas para la vuelta.



21.09 del 15 de julio, volando y pactando.

miércoles, 24 de junio de 2009

DOS AÑOS DE TOLERANCIA (EN TRAVESÍAS POR DESIERTOS MOVEDIZOS)


La tolerancia es un bien que escasea en nuestra sociedad moderna actual.
Las migraciones masivas del nuevo milenio (y la Era de Acuario) han destapado una cruenta realidad -aquella que pregonaba Fukuyama y no sé porqué recuerdo hoy- basada en el choque de civilizaciones; en vez de hacer un frente común para darle cierto sentido a la palabra "global", la mayoría de habitantes de este planeta han/hemos decidido barrer hacia nuestro propio territorio sin escrúpulos ni lavarse/lavarnos las manos antes. Cualquier novedad es recibida como una amenaza de lo más temida, justo cuando otro término, el tan manido "cambio" (change mejor), no paraba de invadir los salones de nuestras moradas. ¿Qué elegir, pues?
Que con qué nos quedamos (si decidimos obviar burdas demagogias). Demasiada responsabilidad resulta, si ambas vías siguen por los mismos derroteros y no pretenden ni aspiran a contraer matrimonio (por más que nos sigan intentando vender la moto y no podamos huir de la guerra entre realidad y/o ficción).
La reacción primigenia es el pánico. Tenemos miedo. Miedo al otro y a lo desconocido, miedo a cambiar de verdad y sin gastar su única y originaria acepción (que nos acercaría al movimiento), punto de inflexión necesario cada cierto tiempo y para cada época; miedo a que el Real fiche también a Ribéry pese al triplete, miedo a no poder dejar de mirarnos el ombligo y, en una postrera consumición, miedo a morir. Pero basta ya de cháchara. Sin el individuo no hay gracia ni desgracia, ni flechas, ni Croacia. Ser tolerante en un conjunto como el que versionamos es tarea harto difícil, ya que tendemos a enclaustrarnos; a más de uno lo enviaríamos a la puta mierda sin dudarlo ni un instante, ya que no hay nada como el volcar tus insatisfacciones en una espiral de violencia y agresividad. Asomarse a la azotea es un riesgo que se tendría que asumir sin grandes aspavientos. Añádase la crisis económica más grave desde el crack del 29 (del siglo pasado), y nos toparemos con una auténtica bomba de relojería en las calles día tras día.
Ser condescendiente, pues -tanto como paciente o hijo del ser más elocuente-, es una virtud que, al igual que el resto de sus congéneres, Enzo parecía no poseer. Como buen regente en Acuario, el aire no le traía ni buenos recuerdos ni impulsos altruistas de ningún tipo. Era el único error de su carta astral, pero esto no generaba conflicto alguno para su actual mecenas, perdida la musa de antaño, néctar prohibido del árbol de la vida.
Llevaba dos años en el barrio comprándole sus podridas manzanas a Omar, el hombre de la eterna sonrisa. Sobrevolando las moscas -dura es la vuelta-, acusado por sus más íntimos. ¿Que de qué lo acusaban? De ser intransigente, entre otras cosas. Él siempre respondía a la defensiva -incluso yo misma le advertí cierto desespero-, siguiendo los mismos patrones que aquí escribo. "Tenías que haberme visto hace cinco años, aquello sí que era auténtico canguelo", antes de que empezara a moverse (para certificar lo genuino y pregonar con el ejemplo) y no hubiese ni siquera contemplado el mero hecho de regresar.
Es cierto que a cada persona unas cosas le afectan más que otras, y que, de manera inexorable, esto no se manifiesta de la misma forma con respecto a unos u otros; puedes vivir más de diez vidas al mismo tiempo, no hace falta fortuna alguna, y en todas y cada una de ellas ser un ser distinto. Suele divertir, pero no tanto como para transitar por estos desiertos movedizos durante dos malditos años(sin absolutismos de por medio). Si dos de las personas que más le conocían coincidían en su diagnóstico -él se escuda siempre en que jamás le hicieron pruebas y que resultaba superficial y arbitrario, pero yo lo achacaría más al hecho de haber acudido a las personas equivocadas-, pese a sus múltiples intentos por demostrar o parecer lo contrario, es que algo no andaba bien. Si la actual coyuntura, como decía, no le era muy favorable -si seguimos teniendo en cuenta el inconsciente colectivo de Jung como punto de partida- ni halagüeña, y ya no le quedaban recursos para bucear en su interior más de lo necesario sin autolesionarse ni respirar artificialmente, es que se había metido en un buen aprieto. Y vaya uno para decirle nada, que poco le hace falta para hacerse una montaña e imaginarse enfermedades secretas, menudo negocio...
Él seguía pensando que, en realidad, no tenía nada que cortar. No obstante, no hizo falta demasiado para que de una charla informal saliera una profunda disertación animada; una de las cosas que sin ninguna duda podría asegurar de Enzo es que, si invitas tú y le ofreces un cigarrillo tras otro, te cantará hasta el himno italiano como si fuera el mismísimo Gattuso (el obtuso) crecido, pero me temo que de esto ya dije algo y no quiero apestar.

Lo achacaba todo al tedio, arma sedentaria de doble filo. Si no existe el tiempo y no hay posibilidad de rendición en esta vida, es que no tenía intención/interés en salirse del guión establecido; había echado raíces como siempre había temido, pero no fue conmigo ni cerca de mí.
Creo que detestaba esa dualidad que torturaría a cualquiera al irse a dormir por las noches (sin excepción), albergando inalcanzables deseos que le oscurecerían el rictus y le harían castañear los dientes al mediodía y sin previo aviso -para mí, la última vez que yací con él, como si de un muerto en vida se tratase, asquerosamente apático-. Porque cuando uno cree que lleva dos años navegando por tierras baldías y promesas vacías, cediendo cada pulgada de una boca en situación de leve y poco franca sonrisa, pasito a pasito, y no halla recompensa ni amparo en nada palpable, es que debe volver a la casilla de salida urgentemente.
Creo que él lo sabe y quiere ponerle remedio y un pequeño apósito temporal -como sin duda diría-, porque ni la tolerancia ni la más rancia propuesta que tenga que llevar a cuestas le provoca consuelo, estoy segura.
Sobrevalorar la capacidad individual de transportar pedacitos de tolerancia y miedos infundados implica preguntar y preguntarse, quizá lo mismo que volver a ver a un persona que conociste una vez con la que te llevaste realmente bien. Y cito literalmente, "para mí es muy fácil matar al mensajero, criticar sin piedad o llorar a la mala suerte, pero, que yo sepa, todavía nadie ha encontrado aún la piedra filosofal de los cojones".
Ya no creo que San Juan sea el día perfecto para invadir un país,
al menos no el mío, desde luego.

martes, 19 de mayo de 2009

LA MUERTE DE MICHAEL CORLEONE


Hoy la muerte se acercó para comunicarme personalmente que se llevaba a uno de los míos. Le pregunté el por qué, pero no quiso atender a razones. Por un momento pensé que era un sueño, pero por desgracia la realidad no se escabulle tan bien como yo.

Hoy la muerte ha cerrado un capítulo de mi vida que quedaba pendiente, pero no me ha dado la oportunidad de resarcirme, ni de salvarme, por lo que vuelvo a las andadas otra vez; hoy no he ido a trabajar, me han dado dos días de fiesta. Siento un vacío inmenso mientras pienso en un montón de ideas estúpidas para las próximas horas. Sé cómo va a reaccionar la gente, sé que le desterramos, sé que no debería pensar en toda esta mierda.

El día en sí ha sido muy extraño y no pintaba bien; desde que me he enterado, he caminado en un estado ausente, melancólico y lleno de reproches durante toda la jornada. Reproches contra mí mismo. No tenía ganas de verte, duelo obliga, pero mi mente va mucho más allá de estas líneas. Hubiese hablado por los codos, y ya estoy harto de eso; es difícil olvidar u obviar 18 años de existencia, acicalado con un sentimiento de culpa precoz y casi único con respecto al resto de los míos. Cómo mantener la calma cuando no se sabe salir de un entuerto semejante, flotando sobre el mundo de los vivos, cerca del hambre de unos cancerberos nada halagüeños; aunque haya escuchado la misma canción una y otra vez, esta canción que estarás tú escuchando en este mismo instante, aspirando profundamente las cenizas del viejo ser. Recordaba que tenía
En el Nombre del Padre para acabar de rematarlo, y así finiquitar el jodido día de hoy buceando en mi interior, preguntándome una y otra vez un millón de cosas que no tienen respuesta, cosas que le diría para tratar de arreglarlo todo. Pero ese tren ya pasó, y yo, como siempre, llegué 4 minutos tarde a la estación del silencio.

Decir que la muerte no avisa sería apropiado pero escaso; a estas horas de la noche -no espero dormir-, poco me queda ya. Siento que la palabra "dolor" trasluce el verdadero sentimiento de todas estas almas dolientes que concibo. No hice mucho, nunca hice gran cosa. Triste desgana frotando mi teléfono con una sola raya de batería. Una llamada de mi madre más y estallará. Ese fue mi gran error. Sólo pensé en mí, como hoy. Es como si hubiera muerto yo, Giuseppe o hasta Mario. Todos yo. Todos mis "yo". Para los demás -mis cercanos-, no les ofrecí espacio para tratar, y sentencié a todos aquellos que quisieron joderme, como a mi propio padre.

Esta noche, aquí, en mi cama, la estoy pasando buscando respuestas, buscándole a él, recurriendo a antiguos tópicos que permitan alargar y alcanzar una indiferente realidad que puede que algunos llamen "vida". Esta puta indiferente realidad que no deja aire para que el yugo de todo un planeta deje de aplastarme y señalarme con el dedo. No voy a quejarme más por eso. Asumiré toda mi responsabilidad como nunca he hecho.
Hoy ha sido el detonante final para el ser descreído, desgracia enterrada en un puño, nube que cierra el cielo que empuño.
La soledad ya no es únicamente una opción.

Hoy, esta noche, en mi cama, un último pensamiento me lleva a otro lugar. Me pregunto porqué mi madre seguiría llorando. "Ya queda menos", me digo, mientras me marchito y ni cerrando fuerte los ojos, encuentro jodidas respuestas a tantos malditos "por qués".
Dicen que la vida sigue.
No tengo ni una puta foto suya, pero...
¿a qué es curioso que hoy ya sea martes?


miércoles, 29 de abril de 2009

LA IMAGEN DE LA DISCORDIA


Hoy me he levantado más temprano de lo habitual, sobresaltado por una imagen que no me dejaba respirar.
Sigo sin entender porqué los nervios no me dejan en paz, porqué no se van a otro lugar.
La pregunta más recurrente que me hago esconde un miedo atroz a afrontar la mugrienta realidad. En verdad no sé qué diablos hice para merecer esto, si es que algo así se puede llegar tan siquiera a discutir. ¿Desde cuándo me obligaron a vivir en este asqueroso exilio?
A estas horas, la pandémica duda atañe a la persona que representa al rey de oros, mi despiadado mecenas particular, musa de antaño. ¿Cómo se puede vivir así?
Sé que cualquiera me obligaría a enfrentarme a ello, cualquiera menos yo mismo. No hay nadie al otro lado, nunca lo ha habido. ¿Crees que abandonar el barco serviría para mejorar las cosas?
Podría ir por ahí a crear otro concesionario, en alguna región inhóspita, lejos de la tristeza. Pero esa imagen seguiría persiguiéndome; me he condenado a vivir con una bola en el estómago, justo antes de los 30, y no sé como voy a salir de este maldito entuerto. ¿Cómo voy a aguantar con el mismo traje toda la vida?
Ni el destierro bastaría. Es muy triste descubrir que ya no tengo cojones para irme a ningún lado, y que, sin embargo, no puedo detener el flujo incesante de inquietud que me tortura.
Estoy llegando a un momento clave, pero el desasosiego que me impide dormir por las noches no entiende de esas cosas. No me puedo concentrar en nada demasiado tiempo, cosa que me arrastra hacia el pozo de la ignorancia por los tiempos de los tiempos.
Desearía decirle que lo entiendo, que no hace falta que sigas aquí dentro, que creo que lo mejor es que desaparezcas, por favor. Pero ya hace demasiados años que se mantiene cerca, entre las trincheras del pensamiento -a pocas millas de mi barrio-, y no parece tener intención alguna de irse a ningún lado.
No recuerdo desde cuando soy así. No sé si siempre fue por una chica, por la idea de una chica o por algo mucho más profundo, como digo; en el primer sentido, sé que una vez sufrí mucho, y que, en otra ocasión, me resultó más difícil aún catalogar la especie. Si la vida está hecha para compartirla con otra persona, no sé hasta qué punto poyectaría mis inseguridades en ella. Es como la gota que colma el vaso, el desencadenante que designa a los jueces encargados del proceso. La imagen de la incapacidad contra la experiencia.
Ya sé cómo se nace, pero, ¿es así como se hace?
Siempre he sabido porqué alguien se acercaba a mi. En verdad, no tengo nada más que ofrecer, cosa de lo más injusto para la añada 2008-2009; qué le podría explicar, si a los tres segundos soy como el agua clara y fresca que baja por el riachuelo con el rocío de la mañana. Si sigo resistiéndome de esta manera tan patética, no me imagino porqué alguien podría bordearme tanto tiempo, la verdad.
¿Puede un hijo crecer sin padre?
Una de las cosas que me alegra e ilusiona es la llegada del buen tiempo. Siento cierta responsabilidad asociada a un ligero trance, cosa que no me impediría alcanzar mis propósitos pero. Apenas un pequeño resentimiento y una certera presunción rencorosa, llegado el momento, pero sin tener que llegar a dar explicaciones. No puedo cerrar una puerta si nunca la abrí aunque tuviera las llaves.
No opté por ese camino ante la idea de quedarme solo. Hace mucho que sabía lo que estaba pasando, así que, independientemente, tomé cartas en el asunto. No es que esté solo. Sé que estoy solo.
Todavía echo de menos al mar y sus ofrendas, pero, ¿qué borrachera no purga esta insatisfacción?
¿Que qué voy a hacer? La costumbre dirigirá mis pasos hasta que el fin del verano marque nuevos retos. No lo voy a dejar en manos del destino, aunque pienses que siempre hablo de lo mismo. Voy a vivir al día. Con esa imagen en la mano, día tras día.
Me armaré de valor cada tarde para salir de casa. Seguiré viendo pasar, sin espacio, la botella medio vacía.
Por eso, ahora, en esta fresquita mañana, me he despertado preguntándome varias cosas. Con una jodida imagen que me abandonaba, cayendo por el precipicio, en un fatigoso sueño de lo más revelador. Yo le ofrecía mi mano, pero ella se reía en mi puta cara, prefiriendo caer al vacío.
Los nervios siguen aquí, el médico me recomendó que dejara el café, pero yo no le pienso hacer caso.
Hay que tener tanta fe, que a veces es difícil soportar tamaña falsedad, pero no queda más remedio; ¡qué diablos, tengo que cambiar de representante, pardiez!
Las náuseas de la incertidumbre acaban de sustituir a la dificultad respiratoria, y la jodida bola, en esta preciosa mañana de miércoles primaveral, va a tener que pasar por el aro de la raza blanca.
Me llevo a la imagen de la discordia conmigo.

viernes, 17 de abril de 2009

EL DISCURRIR AUSENTE (TREINTA Y SIETE SEGUNDA PARTE)


Me planto en la ciudad más grande de este país solo y cansado hasta aburrir y desesperar al más pintado (aunque me dispare a quemarropa en la cabeza).
No soy buena compañía para viajar, ya que o voy a remolque o me molesta hasta el más mínimo detalle, así que pensé que era mejor no pensar en eso.
Ya en el tren me divertí de lo lindo al toparme con varios personajes y escuchar sus conversaciones; intentar relacionarme un poco no me iría mal, como disponía entre raíles con los ojos como platos. La capacidad de sorprender, propia de la naturaleza humana, es verdaderamente espeluznante, pero lo mejor era que ni siquiera tenía que intervenir. Ver los toros desde la barrera de vez en cuando es cojonudo. Relaja la mente y dispone libertad absoluta para absorber todo cuanto abarquen los sentidos.
Luego está propiamente lo que te compete a tí. En esas no hay nada mejor que jugar a ser otro; para Hong Kong fui un italiano que estaba recorriendo el país entero, auque mi ropa no ayudara demasiado:
- Mi chiamo Enzo.
- What?
- My name is Enzo. Vincenzo. Vincent. Vincent Vega, you know? I'm from Sicily. I'm just arriving from Amsterdam. Sorry, Hong Kong is chinese yet or british nowadays?
Como no recuerdo las palabras exactas no transcribo más, que me da vergüenza y el inglés no me llega. Di rienda suelta al gran actor que llevo dentro un par de veces más, las justas para soltar el veneno que todo hombre arrastra.
Siempre que puedo utilizo el you know, además con acento yankee made in Hollywood. Culpa de mi madre, que se pasaba los días cocinando con gente como Sylvester Stallone o Paul Newman; cuando murió éste, hace un año creo, hicimos un minuto de silencio de lo más sentido. No entiendo como alguien no puede conocer Pulp Fiction, es algo que no me explico.
Nada más desembarcar, me topé con una argentina con voz y tono de listilla. Me preguntó por El Prado, "yo voy hacia allá, pero no tengo ni idea de cómo", así que fuimos juntos. Desconfío de todo el mundo en general, pero de los argentinos mucho más; parece que te la quieran meter doblada, siempre con el envoltorio más atractivo posible. De todas formas, no tenía mucho que perder ni rumbo fijo, estaba dispuesto a aceptar lo que el destino me ofreciera sin más.
Era de una provincia de Buenos Aires cuyo nombre no puedo acordarme y maldecía a los capitalinos bonaerenses excluyentes. Se quejaba todo el rato. Le dije que no sabía una mierda sobre América Latina, pero insistía una y otra vez:
- ¿No dijiste que sos historiador?
Mierda, olvidé que estaba actuando.
- Sí, pero por aquí intentan que seamos europeos, sabes. Lo único que sé de Argentina es que Maradona es vuestro Dios en rehabilitación dudosa y eterna, Messi su sucesor síndrome y que os saqueamos toda la plata que pudimos con Colón y compañía.
Quería que se largara de una puta vez, pero no pilló la indirecta descaradamente directa. Empezó a hablarme de su vida y milagros, ya con menos aspavientos. Escuchaba sólo frases sueltas (era muy cargante), y cacé perlas como que su sueño desde pequeñita era ir al Prado o que su padre, un desgraciado campesino, saludó una vez a Evita Perón y le enseñó a pintar (?¿).
A juzgar por su equipaje, podría dar fe de su vena pintora y no extrañarme tanto; unos canutos de papiro singulares le sobresalían por todas partes, diríase que tenía un mapa del tesoro para todo. Llevaba las uñas pintadas como girasoles, o eso creí ver, pero ya estábamos cerca del museo entre corrientes de gente y un calor asfixiante que hasta ese instante no había advertido.
Al llegar, vi un cartel que me hizo recordar algo que hizo que me desconcentrara: Francis Bacon. Por un momento pensé en el filósofo. Me excusé burdamente (le espeté que había quedado en el baño de la planta baja con un chico) y salí pitando de su vera. Mientras me íba a toda prisa aún me quedó tiempo para girarme y ver la cara que puso, con sus ojos verdes sobresaliéndose de las órbitas. Menuda una...
Liberado de nuevo, hice el recorrido lentamente, lejos de las pretensiones turísticas: una vez alguien me dijo que ese tío merecería mi atención.
Todos los cuadros estaban protegidos por un maldito vidrio protector que no me dejaba ver el detalle (pretendía encontrar una obsesión en ellos), por lo que empecé a sentirme realmente mal. Puede que no fuera tan pesada después de todo. Empecé a pensar en todo lo bonito que podría ser Argentina: la Pampa, ver un Boca-River en La Bombonera, ir a la fábrica de la Quilmes, conocer al Diego y compartir unas lonchas con Él, etc. La presunta temática del artista torturado no ayudaba a agilizar el vuelo, pero yo seguía avanzando entre arcadas, esperando a que los turistas se fueran, intentando obviar las jodidas cristaleras que reflejaban todo lo que se movía. De pronto, me convertí en el jodido Hombre en Azul. Debí equivocar el trayecto. ¡Hasta llevaba el mismo puto traje!
- Disculpe. Disculpe. ¡Disculpe!
Alguien me estaba propinando golpecitos en mi brazo derecho y empezaba a agarrarme de la camisa, cosa ésta que me hizo aterrizar de golpe y porrazo. Una vigilante del museo me comunicaba amablemente que no podía llevar por el recorrido la maldita botella de agua de dos litros.
- Ningún problema, me la bebo y la tiro en la primera papelera que vea.
Se quedó petrificada. Sólo cuando vas solo por ahí te permites esa clase de licencias, a cambio, eso sí, de asustarte a la más mínima. Entre sobresalto y sobresalto abandoné el recinto; ya había agotado todo lo que tenía que agotar. Estaba exhausto y sudaba como un cerdo, pero no podía volver al hotel puesto que no había reservado ninguno y volvía esa misma noche a casa, así que esperé fuera fumando un cigarrillo tras otro, haciendo fotos de personajes,
a ver si aparecía mi simpática boluda...

lunes, 13 de abril de 2009

VUELTA Y VUELTA


Ha vuelto y nadie se lo ha pedido.

Ha vuelto la tortura tensional a masacrar todo aquello por lo que luché.

Ha vuelto el desastre emocional que una vez pude evitar y que en otra ocasión convivió conmigo en paz armada.

Ha vuelto la tortuga para recordarme que la patata no es regular.

He vuelto a desplomarme sin sentido, cerca del precipicio.

Ha vuelto la tesitura que antaño me governó y que ahora más me atosiga.

Ha vuelto el delirio a hacer de las suyas y a intimidar a pobres justos, que por bandoleros, putas y pecadores se vende.

Ha vuelto la temperatura a bajar en demasía y a permitir sacar a flote aquella maldita debilidad.

He vuelto a derramarme encima lágrimas agónicas, esperando la ocasión perfecta (con alguna ayudita) para volver a la cama y dormir por paciencia o eliminación,
que mañana hará cien años.

He vuelto,
pero no para quedarme.