
Mientras siga aquí varado no hay ninguna fuerza que me arrastre hacia rutas salvajes. Es insoportable esta espera, que además va a coincidir con la llegada de la primavera. Esperamos que altere la sangre, ya que lamentablemente podría decirse que ha dejado de hervir. Comer, no comer. Correr, no correrse. Encestar en una canasta demasiada alta, joder.
Lo más cerca que podré estar de encallar ante la amenaza de los arrecifes, que esperan implacables al primer aventurero que se precie. Pues lo más cerca... es una chica jovencísima que espera atenta a cualquier fallo, a una mala señal, defectuosa ya en su origen. Esta evidencia llegará a ser palpable, hasta que a alguien se le ocurra matar al tío que nunca debió ser. Cual humorista clásico del sur de este país, se aparece como un mal a exterminar mientras acudo impasible al sufrimiento de la fuente, la madre naturaleza que en nada pondrá el 6 delante sus números. Estas cosas llevan al boqueo, puesto que volví a errar. Del boqueo al goteo, del goteo a la pérdida, de la pérdida a la nada y adiós...
En lo que se lleva de año, que son ya 3 meses, sólo he podido leer un libro, éste, que además sólo hace que incitar a la vida no vivida, y al desconocimiento y frenada por bandera. Apenas he podido escribir. Me he dado cuenta de que no tengo futuro, de que no voy a hacer nada. De que sólo puedo aspirar a ver pasar los días, los meses y los años con salud, que ésta es mi verdadera aspiración. Mantenerse vivo. Que los nervios no desaparecen, y no sé porqué. Que los inviernos son muy largos y muy ingratos, como las personas. Y que si tienes un momento... puedo demostrarte que merezco estar ahí, y que puede que consigas algo si me sigues.
No me dejes cumplir para nada. No me dejes cumplir días sin tí, sin tu lado. Déjame avanzar contigo, porqué tú eres la fuente de la que bebo y no me cansaría jamás, y así dije una vez que no podía creerlo, pero que así era. ¿Dónde está tu olor? ¿Dónde quisiste irte, sin mí, dejándome solo?
De dónde sacaste la vergüenza para no darme opción, y dejarme aquí tirado, anclado, y a merced de los malditos arrecifes; el miedo, justo a tiempo,
y sin respuesta a mis ruegos, extraños cantos con remitente pirata y destinatario obsoleto.