Chianalea (Scilla) |
(...) El paso era ancho y caudaloso como el Ebro, río que he visitado este verano en dos ocasiones. Con todo, no sé si para un experto nadador en aguas abiertas como aquel catalán seria fácil cruzarlo; en nuestra esquina, por cierto, nada que temer, con la guardiana al acecho desde los tiempos de Odiseo. Sicilia, vista con claridad y esmero, parece el último reducto de una civilización casi extinta, con sus edificios altos y cables y contenedores esparcidos sin orden ni control. En ese lado, el mar está inquieto: hay líneas de flotación a banda y banda y un trasiego de naves que harían salivar a Caribdis, la bestia etérea (...).
Es como si el omnipresente padre Pío, que bien se merece unas buenas líneas, me susurrase que la sombra no me había invadido, sino que, simplemente, me había suplantado; ergo, seguramente en la discusión entre los diferentes miembros, me habrían señalado para en algún momento descartarme y, con ese malestar que me origina, gritar a los cuatro vientos aquello tan manido de: "A ese hay que dejarle ir. Que se joda".
La sombra nunca se va. Solo muta.
De las cosas que me había perdido los últimos años y después de tantos tumbos, solo una me quitaba el sueño; para el común de los mortales, buscaría la manera de darle menos vueltas, visto el sufrimiento imperante en el planeta y la incertidumbre para con un futuro que, de todas maneras, no va a cambiar.
Yo lo había elegido, aunque lo hiciera como el culo. Casi acababa:
(...) La parte baja del pueblo, Chianalea, me recuerda a algunos lugares en los que he estado antes... ¡y qué bien me siento entre estas callejas tan nuestras! Hay una señora con bata leyendo el periódico de espaldas al mar. Me pregunto qué clase de persona será, qué preocupaciones ensombrecerán su ánimo. Hay pequeños arcos redondos que conectan los edificios de los pescadores con la bahía. La Venecis del Sur, la llaman. Un hombre con barriga prominente y la piel tatuada y tostada por el sol, limpia y pule su embarcación con absoluta dedicación. Creo vislumbrar el nombre, "Alice". Me viene la mujer de Morata, capitán del campeón de Europa de hace unos días, y las "linguine all'astice". Me pongo como reto repetir ese manjar durante estos días de asueto por aquí abajo (...).
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