No parpadees, que te apuñalan.
Creí haber aclarado suficientemente el panorama, pero por lo visto parece que no hay manera.
Odio que lo parezca, pero yo no soy aquél disgraziato cuyo nombre casi ni recordamos.
¿Aprovechado? No me jodas, o mejor aún, no me hagas reír.
¿Qué pasa con el binomio maravilla? ¿Es que tengo que desenfundar mi espada otra vez? Porque no les va a gustar, sabes. ¿De verdad crees que no me he dado cuenta? Me ofendes. Y lo que es peor, ofendes a mi inteligencia.
Si yo digo que el cielo es negro, pues es negro. Ni azul, ni blanco: oscuro total. Tampoco hay nubes con la forma de Son Goku. El cielo es negro como el carbón, por más sol que haga y nos ubique en verano estos días. Negro como mi otro amigo, ese que tiene carta blanca total.
No parpadees, que te arraso a tí y al suelo que pises.
No quiero enfadarme, pero no puedo sacarles la verdad sin hacerlo. Es su modus vivendi, la confrontación directa de los cojones, y ya cansa. No quiero vivir siempre pendiente de una guadaña.
¿Es así como debe evolucionar el trato? ¿Tanto marca una pareja? Si el color de heno vuelve a mirarme así, juro que le salto a la puta yugular a alguien. Y no discuto la amistad en sí eh, que conste.
Hoy me he despertado mal, me duele la azotea, y me siento como un jodido torbellino de una potencia devastadora atroz, así que espero que no me llame nadie, porque no pienso contestar.
Porque si lo hago, antes de que parpadees te extermino a tí y a toda tu raza.
Aviso.
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